Lunes 2 de Noviembre del 2020 – Evangelio según San Mateo 18,1-5.10

jueves, 29 de octubre de
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En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: “¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?”. Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.

El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.”

 

Palabra de Dios

 

Padre Gustavo Ballario sacerdote de la Diócesis de San Francisco

 

Y en este día estamos recordando a nuestros hermanos, los fieles difuntos:

“la conmemoración de los fieles difuntos”

Y quiero empezar con una adivinanza, a ver “si te sale”: todas hieren la última mata ¿qué es?

Rta: La hora.

Ciertamente cuando llega la hora de la muerte, sabemos que es absolutamente cierta para cada uno de nosotros.

Claro que, hablar de la muerte pareciera que es mala palabra y si nos juntamos con los amigos y alguien empieza hablar de la muerte, seguro que alguien dice:

“¿y si hablamos de otra cosa?”.

Y cuando muere un ser querido, están esas frase que deberíamos callar, esas frases que dicen:

¡Con lo bueno que era!
¡Y … siempre mueren las personas buenas!
¿Se lo veía tan lleno de vida!

Otros dicen:

¡Dios recoge las mejores flores del jardín!

Y otros, con tono cristiano tratan de decir:

¡Dios lo quiso así, hay que aceptar su voluntad!

Y recordemos los epitafios, aquel que decía:

Muchas veces he muerto pero como esta ninguna. (era un actor).

Otro que decía, a un cristiano:

Cuando estés junto a Dios, cuentale de nosotros, que somos peregrinos en este mundo y necesitamos de la luz de nuestro Señor.

Pero había alguno que causaba un poco de risa, aquel epitafio de don José Antonio González, que decía:

Aquí yace un hombre que hizo bien e hizo mal.
El mal lo hizo bien y el bien lo hizo mal

Él descansa en paz y nosotros también

Y otro que decía:

Quiso saber e ignoró.
Quiso reír y lloró

Quiso vivir y murió.

Y recordando que los mausoleos en la Vía Appia de Roma, 195 kilómetros de mausoleos.

Pero recordemos a San Francisco de Asís, que la muerte le llamaba “hermana”, “hermana muerte” porque con aquello que seguro que nos sucede debemos amigarnos.

Luego cuando muere un ser querido, sabemos que en el corazón debemos gestar una sanción. Esa sensación es un proceso que se llama: “el duelo”.

Y San Agustín decía:  “El único que no pierde a sus seres queridos, es el que los tiene,  el que los quiere, y los tiene, en Aquel que no se se pierde.

¿Y quién es este sino tú, nuestro Dios, el que hizo el cielo y la tierra y los llena, pues llenándolos los hizo?”

Y sabemos que cada hombre, cuando nace ya es suficientemente viejo como para morir.

Recordamos aquel poeta que, pasando sobre una tumba dijo:

¡Pobre flor! ¡qué mal naciste!

si el primer paso que diste

fue encontrarte con la muerte

El dejarte, cosa triste.

El cortarte cosa fuerte.

Sí dejarte con la vida,

es dejarte con la muerte

Cada ser humano tiene una certeza cuando nace, sabe que va a morir. Pero esa muerte es vista por un cristiano como un nuevo nacimiento, de hecho podemos decir que, “no se mueren nunca” se nace 2 veces. Y te aconsejo que busques en internet un relato que se llama: “Ego y espíritu”

“No tengo tiempo de compartirtelo” pero, buscalo, googlealo: “Ego y espíritu”. De tal manera que puedas ahí encontrar una razón más para vivir, no para morir, sino para vivir y poder ver la muerte como un nacimiento.

¡Hasta la próxima!