Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.El ciego se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”.Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó:”¿Qué quieres que haga por ti?”. “Señor, que yo vea otra vez”.Y Jesús le dijo: “Recupera la vista, tu fe te ha salvado”.En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
Dejame que arranque la reflexión de hoy con una pregunta: ¿alguna vez pensaste para qué estás en este mundo? Es triste pasar la vida sin saber el para qué. Bueno, esto es lo que en definitiva nos plantea el evangelio de este día lunes. La palabra nos presenta el relato de este ciego que estaba a orillas del camino y de cómo él busca ser sanado por Jesús. Es el proceso que tenemos en nuestra vida de fe todos los días, por eso te invito a compartir algunas ideas.
En primer lugar, la orilla del camino. Es donde vos y yo en algún momento hemos estado, incluso en muchos aspectos quizás seguimos ahí, ¿no? Siendo espectadores de nuestra vida mientras todo pasa, nos vamos olvidando de ser protagonistas y entonces no terminamos de involucrarnos con nada. Y claro, esperamos que nos tiren alguna limosna, vamos mendigando el cariño y el afecto de los demás e incluso también hasta el del mismo Dios. Y claro, entonces el borde del camino nos hace encontrarnos con gente que quiere que sigamos ahí, sin levantarnos, sin molestar, sin que nos expresemos. Hoy el evangelio te invita a ser como este ciego, a gritar más fuerte, Jesús, hijo de David, ten compasión de mí. No sé cuál será tu ceguera hoy, pero animate a dejársela a Jesús. En esa situación en la que estés, pedile al Señor el don de la fe para poder seguirlo por el camino en definitiva. Pero ojo, porque tal vez también seamos nosotros como esos que quieren hacer callar al ciego y sin querer nosotros nos convertimos en los más ciegos de los ciegos. ¿Cuántas personas siguen al borde del camino? Y hoy hay que imitar al Señor y no hacer callar al otro, no ser indiferentes, porque Dios nos tiene paciencia y nos espera. ¿Vos haces eso con el otro? ¿O lo condenas, lo señalás? Pedile al Señor un corazón abierto a las necesidades de los demás.
En segundo lugar, pregúntate qué grita hoy tu corazón. En el fondo cada uno de nosotros es este ciego a las afueras de Jericó. Este hombre conquista el corazón del Señor por sus gritos, pero no por gritar fuerte o por gritar mucho, sino porque él que grita es su corazón. Esos son los gritos más verdaderos. Por eso no te fíes tanto de lo que decís, sino más bien prestar la atención a lo que pasa hoy por tu corazón. ¡Qué lindo encontrar este grito en el corazón! Hijo de David, ten compasión de mí. Gritar con el corazón significa poner toda la confianza en Jesús, significa hacerse vulnerable ante Él, mostrarnos tal cual somos con aquello que nos duele, con lo que nos preocupa, con nuestros anhelos, con nuestras esperanzas, ponernos totalmente en sus manos y dejar que Él haga lo que quiera con nosotros. ¿Qué grita hoy tu corazón? ¿Qué está gritando tu corazón? Pedile al Señor la gracia de poder verlo con los ojos de la fe.
Por último, ponete de pie de una buena vez, ponete a pensar en todo el tiempo que estuviste tirado al borde del camino, ponete a pensar en todas las oportunidades que has desperdiciado y ponete también a entusiasmar con que Dios hoy te quiere levantar, que ya no podés seguir así paralizado, mirando todo y a todos desde abajo. Hoy Jesús te manda llamar, quiere que vos veas con claridad, que lo descubras en la vida y que camines, que tu fe sea entonces ese ánimo para seguir luchando y para seguir adelante a pesar de todo. Es hora de cambiar, es hora de dar una vuelta de página y de dejarse sostener por el Señor. Me animo a decirte que es Jesús el que pasa hoy por tu vida y te quiere mostrar algo nuevo. Dios es el que te invita a lo nuevo y viene a sanarte. Dios te quiere ayudar. ¿Vos lo estás dejando o no? Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.