Lunes 19 de Octubre del 2020 – Evangelio según San Lucas 12,13-21

sábado, 17 de octubre de
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En aquel tiempo: Uno de la multitud le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”.

Jesús le respondió: “Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?”.

Después les dijo: “Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas”.

Les dijo entonces una parábola: “Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho,
y se preguntaba a sí mismo: ‘¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha’.

Después pensó: ‘Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida’.

Pero Dios le dijo: ‘Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?’. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios”.

 

Palabra de Dios

 

Padre Nicolás Houriet sacerdote de la Arquidiócesis de Santa Fe

 

Acabamos de escuchar esta intervención de Jesús que, donde se le pide que pueda intervenir en cuestiones de herencia de 2 hermanos, a lo cual Jesús prefiere mantener distancia, pero gracias a esto va a introducir el tema de “la avaricia y el peligro de las riquezas” , contándonos la parábola del “Rico insensato”.

Lo primero que podemos pensar en evangelios como este, es que Jesús condena la riqueza y en realidad no es así. De hecho, el hombre parece ser, el de la parábola, un hombre honesto trabajador que ha trabajado para poder adquirirlo propio de el sudor de su frente. El trabajo le ha remunerado ganancias y quiere aparentemente poder disfrutar de esas ganancias.

En los tiempos en los que vivimos, es tan valioso un trabajo, ya que hoy escasean o son “en negro”, o en la mayoría de los casos, no te pagan convenientemente. Hoy es muy importante que el trabajo sea remunerado en su totalidad. Por lo tanto cuando escuchamos que alguien le ha ido un poquito mejor, como el de la parábola, pensamos que hasta puede ser, una buena manera: “acumular para el futuro”.

En esta incertidumbre que tenemos por delante, acerca de cómo irán las cosas en el país y en medio de los miedos en los que nos movemos acerca del futuro, pensar en acumular para más adelante, no parece una idea tan descabellada. Pero lo importante que debemos también pensar, a raíz del evangelio de hoy, es que aquel que acumula se olvida de 2 factores:

Primero: “el prójimo”. Y en segundo lugar: “El tiempo”.

Hay personas que viven, pensando que no existe un mundo más allá de sus hombros, personas que viven sólo para sí mismos, olvidándose de que, la mayor riqueza. la obtenemos al compartir. Personas que viven para sí mismos, se olvidan de que el tesoro más grande que podemos acumular es el tesoro de los amigos y aquella gran riqueza que obtenemos al darnos a nosotros mismos, a los demás. Darnos nosotros personalmente pero también de nuestros bienes, compartiéndolo con los que más lo necesitan.

Y el otro factor es el tiempo: Este hombre que acumuló y acumuló para darse buena vida, olvidándose de que el tiempo se agota. A veces nos pensamos y nos creemos eternos, y evangelios como este, termina siendo para nosotros casi como una cachetada de realidad que nos hacen caer, de que nuestro tiempo también se termina.

El peligro no estaba en las riquezas, sino el no saber qué hacer con ellas. Este hombre rico era solo un pobre tipo, que vivió para acumular, olvidándose del prójimo y olvidándose del tiempo de su existencia. Ojalá a  nosotros no nos pase lo mismo. Pidamos para que todos los trabajos sean bien remunerados. Pidamos para no estar tan pendientes del futuro que nos olvidamos de la riqueza del presente. Pidamosle a Dios, que nos haga amar al prójimo y saber valorar los bienes, solo y en la medida, que ellos nos ayuden alcanzamos el Cielo.