Lunes 21 de Junio de 2021- Evangelio según San Mateo 7,1-5

martes, 15 de junio de
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Jesús dijo a sus discípulos: No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: ‘Deja que te saque la paja de tu ojo’, si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Palabra de Dios

Padre Gustavo Ballario

 

Puede parecer que este pasaje plantea un problema por ejemplo para algunos oficios, como el de un juez. Los jueces tienen que deliberar para luego dictar una sentencia. Además a menudo el trabajo exitoso depende de las evaluaciones del carácter y la labor de otras personas. Los jefes deben evaluar a sus subordinados y en algunas organizaciones, los subordinados evalúan a sus jefes. Muchas veces debemos decidir en quién confiar, a quién escoger como socio, a quién darle empleo o a qué organización nos uniremos. Para todo eso es necesario realizar juicios sobre las personas, sus comportamientos y sus capacidades. Pero el versículo 5, con la palabra hipócrita y la amonestación “Saca primero la viga de tu ojo”, muestra que Jesús está hablando en contra del juicio falso o innecesario, no de la evaluación honesta.

Algunas veces se ha interpretado este pasaje haciendo referencia a que si alguien tiene un pecado determinado (entendido como viga) queda desautorizado para señalar un pecado (entendido como paja), sea cual fuere, a un hermano. De ese modo nadie podría ejercer la corrección fraterna, ya que, como dice Jesús, “el que no tenga pecado que tire la primera piedra” (Jn. 8, 7). En la comunidad cristiana no estamos para juzgar marcando los pecados ajenos sino para sanar a los pecadores. Así lo hizo Jesús. Su única intención fue la sanación no la condenación del pecador. Por eso el verdadero ojo malo es de quien se acerca al hermano “metiéndole el dedo en la llaga”, remarcando su pecado para dejarlo hundido en su mal.

El ojo, que es el órgano del cuerpo para poder ver, no funciona de manera independiente como los demás sentidos. Si no tiene la luz de nada sirve. Del mismo modo, la mirada sobre los demás, si no actúa en presencia de la luz, que es el amor, no es capaz de distinguir con claridad y acertar en el conocimiento.

Se nos enseña en el evangelio cómo el opinar de lo externo que vemos es muy fácil; intentar ponernos en la piel del hermano, no lo es tanto. Sólo nuestra cercanía, solidaridad y cariño, podrán ayudar al hermano si es que está equivocado. Nuestra murmuración, crítica destructiva y mirada superficial sobre él o ella, lo exteriorices o no, te alejarán y levantarán un muro entre ambos corazones. Y en la vida debemos construir puentes, no levantar muros.

Te dejo esta hermosa reflexión atribuida a Sócrates:
En cierta ocasión, un hombre se acercó a Sócrates y le dijo:
-Tengo que contarte algo muy serio de un amigo tuyo.
Sócrates le miró profundamente con sus ojos de sabio y le preguntó: -¿Ya has pasado lo que me quieres contar por la prueba de los tres coladores?

-¿Qué prueba es esa? -le dijo desconcertado el hombre.
-Si no lo sabes, escúchame bien. El primero de los tres es el colador de la verdad. ¿Estás completamente seguro de que es cierto lo que me quieres contar?

-En realidad, seguro, seguro, no. Creo que es cierto porque lo escuché de un hombre muy serio, que no acostumbra decir mentiras.
-Si eso es así, con toda seguridad que no lo pasaste por el segundo colador. Se trata del colador de la bondad. Eso que me vas a contar, ya que no estás seguro de que sea verdad, por lo menos ¿estás seguro de que me hará bien?; ¿Crees que es bueno que yo lo oiga?”

Respondió el otro: “Precisamente bueno, no, más bien lo contrario.”

Sócrates lo miró compasivamente y siguió diciéndole:
-Aunque hubieras pasado lo que quieres decirme por estos dos primeros coladores, todavía te faltaría el tercero, el de la utilidad. ¿Estás seguro que me va a ser realmente útil lo que quieres contarme?
-¿Útil? En verdad que no.

-¿Ves? –le dijo el sabio-, si lo que me quieres contar no sabes si es verdadero, y ciertamente no es ni bueno ni provechoso, prefiero que no me lo digas y lo guardes sólo para ti.
Y vos, ¿Cómo te acercas al hermano? Hasta la próxima!!!