Lunes 26 de Abril de 2021 – Evangelio según San Juan 10,1-10

jueves, 22 de abril de
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Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.”

 

Palabra de Dios

P. Gustavo Ballario

 

Hoy es presentada la primera parte del capítulo 10 de Juan, donde el tema de Jesús, Buen Pastor, no es desarrollado sino solamente mencionado; la imagen central, en efecto, es la de la puerta (v. 7). A esta imagen se añaden otras: el recinto, los ladrones, los bandidos, el guardián, los extraños. ¿Quiénes son, qué representan, cuál es el significado de la “comparación”?

Introduzcamos una nota explicativa sobre los usos y costumbres de los pastores de Palestina. El redil era un recinto rodeado de un muro de piedra sobre el que se colocaban haces de espinas o se dejaban crecer cardos espinosos para impedir que las ovejas salieran y que los ladrones entraran. El redil podía construirse delante de una casa o bien en campo abierto, en la ladera de una montaña; en este caso, era utilizado generalmente por varios pastores que recogían allí sus ovejas durante la noche; uno de ellos hacía la guardia mientras los otros dormían.

Armado de un bastón, se situaba delante de la entrada del redil (que no tenía puerta), se acurrucaba y, en esta posición, obstaculizando el acceso, se convertía él mismo en “puerta”. Generalmente dormitaba, pero su presencia era suficiente para disuadir a los predadores de acercarse al redil e impedir a los lobos entrar en el recinto. Solo podía acercarse a las ovejas, aquel a quien el pastor de guardia dejaba pasar.

Por la mañana, cuando cada pastor se acercaba a la entrada, las ovejas reconocían inmediatamente el paso y la voz, se alzaban y lo seguían, seguras de ser conducidas a pastizales de hierbas frescas y a oasis de aguas puras y abundantes. Lo seguían porque se sentían amadas y protegidas.

Para Jesús no existen las masas anónimas; él se interesa por cada uno de sus discípulos, conoce las cualidades y debilidades de cada uno. Contempla alegre los cabritos que, jóvenes y ágiles, saltan y corren delante de todos, pero su solicitud y sus cuidados son para los más débiles del rebaño: “Toma en brazo a los corderos y hace recostar a las madres” (Is 40,11).

No faltaban “pastores” en su tiempo. Estaban los jefes religiosos y políticos que se tenían por guías comprometidos para el bien del pueblo, pero que en realidad buscaban solamente su propio interés; su objetivo era el poder, el dominio, el prestigio personal, la explotación; sus métodos: la violencia y la mentira.

Es de notar, en esta primera parte del pasaje evangélico, la insistencia sobre la “voz del pastor” que es “escuchada” (v. 3), “reconocida” (v. 4) e inmediatamente distinguida de la de los extraños. Aún después de la resurrección, Jesús será reconocido por su voz. Los discípulos se verán engañados por sus propios ojos: verán a Jesús como caminante; como fantasma (cf. Lc 24,15.37), como pescador (cf. Jn 21,4), pero el oído nunca les engañó, su voz era inconfundible. Hoy esta voz continúa resonando nítida y viva en la palabra del Evangelio.

Quien es “instruido por el Espíritu” es capaz de distinguir, en medio del bullicio de tantas otras voces, la del Pastor, y huye cuando oye el paso de ladrones y predadores, es decir, de los impostores que vienen solo para arrastrar al discípulo por caminos de muerte.

En la segunda parte del pasaje (vv. 7-10) Jesús se presenta, primero, como la “puerta de las ovejas”, después como “la puerta”. Si se tiene presente la aclaración hecha al comienzo, podemos decir que él es el Guardián que se posiciona en la entrada del redil como “puerta”. La puerta tiene una doble función: deja pasar a los de casa e impide el ingreso a los extraños. Son estas dos funciones las que vienen explicadas por Jesús en sendas alegorías.

Él es el que decide quién puede tener acceso a las ovejas y quien debe permanecer alejado del rebaño (vv. 7-8). Puede pasar y es reconocido como buen pastor quien ha asimilado los mismos sentimientos y las mismas disposiciones de Jesús respecto a las ovejas; quien está dispuesto a dar la vida como él la ha dado. Los ladrones y bandidos son aquellos que han venido antes de él (v. 8). Ciertamente Jesús no se refería a los profetas y justos del Antiguo Testamento.

Ladrones eran los jefes religiosos y políticos de su tiempo que explotaban, oprimían y causaban toda clase de sufrimientos al pueblo. Bandidos eran los revolucionarios que querían construir una sociedad más libre y más justa; cultivaban ideales nobles, pero recurrían a métodos erróneos, fomentando el odio al enemigo, predicaban la violencia, proponían el uso de las armas. Quien actúa de este modo no tiene los mismos sentimientos ni las mismas disposiciones de Jesús: no pasa a través de la puerta.

A través de la puerta no pasan solamente los pastores, sino que entran y salen las ovejas. Jesús se presenta como la puerta también en este sentido (v. 9). Solo quien pasa a través de él tiene acceso a pastos jugosos, encuentra el “pan que sacia” (Jn 6)

Jesús es una puerta estrecha (cf. Mt 7,14) porque pide la renuncia a uno mismo, el amor desinteresado a los demás, pero él es el único que conduce a la vida; todas las demás puertas son trampas, agujeros que se abren sobre precipicios de muerte: “Es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella” (Mt 7,13).

Y vos, ¿te animas a pasar por esta puerta, que es Jesús?. Dale, probá. ¡No tengas miedo!.