Los discípulos le dijeron a Jesús: “Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios”.
Jesús les respondió: “¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”.
“Tengan valor: yo he vencido al mundo.” (Juan 16, 33)
Queridos amigos con estas palabras del Evangelio de hoy termina el discurso de despedida de Jesús a los discípulos en la última cena.
“Tengan valor: yo he vencido al mundo.”
Esta afirmación, tan decidida y convincente, parece una contradicción. ¿Cómo puede afirmar Jesús que venció al mundo cuando poco después de haber pronunciado esas palabras será tomado prisionero, flagelado, condenado, asesinado en la forma más cruel y vergonzosa? ¿En qué consiste verdaderamente su victoria? En la resurrección!!! En su santa Resurrección!!!En el poder de su amor capaz de disipar las tinieblas del pecado y del mal. Una victoria tan poderosa y tan necesaria que nos hace parte de ella: se queda entre nosotros, Jesús en medio, vivo y resucitado, y nos regala su vida plena, su consuelo, su paz por medio de su Espíritu.
No se trata de una visión triunfalista de la vida cristiana, como si todo fuera fácil y ya estuviera resuelto. Jesús vence precisamente en el momento en el que vive el drama del sufrimiento, de la injusticia, del abandono y de la muerte. Su victoria fue dar la vida por nosotros. En la aparente derrota de la cruz, Cristo triunfa plenamente. Su victoria no pasa por aplastar, por excluir o por condenar a nadie. Su victoria es entrega, es darlo todo, es perdonar, es ser puente, es servir, es amar a todos… Qué difícil será la reconstrucción de nuestras familias o de nuestra convivencia social hasta que no entendamos que solo el amor vence!
Jesús quiere infundirnos confianza y esperanza. Por más duras y difíciles que puedan ser las circunstancias en las que nos encontremos contamos con su fuerza, que es el Espíritu Santo, que vive y lucha con nosotros. En Él encontraremos el coraje y la fuerza para afrontar la adversidad, hasta “obtener una amplia victoria”, como dirá Pablo!
Renovemos la confianza en Jesús, presente en nosotros y entre nosotros, que ha vencido al mundo, que nos hace partícipes de su misma victoria, que nos abre el Paraíso adonde fue a prepararnos un lugar. Vivamos desde esta certeza y así tendremos el valor para afrontar cada prueba. Todo lo podremos superar en aquel que nos fortalece. Buen lunes! Feliz día de la Patria! Muchas bendiciones!
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