Lunes 27 de Marzo de 2023 – Evangelio según San Juan 8,1-11.

viernes, 24 de marzo de

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante”.

Palabra de Dios


Padre Matías Burgui | Sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

En el evangelio de hoy, Juan 8, 1-11, encontramos un buen anuncio de que nos estamos acercando cada vez más a la Semana Santa, a compartir los momentos más importantes de la vida de Jesús: su pasión, muerte y resurrección. La Palabra nos presenta una escena en la cual fariseos y publicanos traen delante de Jesús a una mujer que ha sido sorprendida en adulterio, a la que, según la Ley de Moisés, correspondía lapidar. Quizás el desafío más grande que nos puede dejar nuestra oración de hoy sea intentar revisar nuestro corazón, pero a la luz del reflejo en el corazón de Jesús y no en el de los fariseos. Te dejo algunas ideas:

En primer lugar, dejá la lupa y agarrá el espejo. Cuando le acercan esta mujer al Señor, lo que buscaban era el modo de acusarlo. A ellos no les importaba ni la Ley, ni la mujer, ni siquiera el mismo Jesús. Lo que quieren es poder condenar, creerse mejores que los demás, saber que ellos son diferentes. Pienso que es una tentación en la que más de una vez podemos caer: olvidarnos de que delante de nuestros juicios y condenas hay personas, historias, situaciones. Es el camino más rápido a la deshumanización, a olvidarnos de la misericordia de Dios. Es el camino más directo al fariseísmo. Por eso, frente al planteo que esta gente le hace a Jesús, “la ley nos ordena apedrear y tú qué dices?”, el Señor responde “el que no tenga pecado, que tire la primera piedra”. Lo que hace Jesús es mostrarles que se están tomando una atribución que solamente a Dios le corresponde. Ellos, muy religiosos supuestamente, apegados a la ley, pero con un corazón de piedra, duro, frio. Alejados de los sentimientos de Dios, auditores de la vida de los demás. Muchas veces nos parecemos a ellos, lo hacemos parecer muy religioso, pero vivimos lanzando piedras a nuestros hermanos, cuántas palabras se transforman en piedras que destruyen, lastiman, ofenden y causan heridas. Y lo peor de todo es que muchas veces disfrazamos nuestros juicios de condena con un manto falso de piedad y religiosidad. Tal vez lo que les falta a los fariseos, además de encontrarse con la misericordia de Dios, es dejar la lupa y agarrar un espejo. Dejar de estar tan atentos a los pecados de los demás y mirar un poco para adentro. Una buena oportunidad a la que también la Palabra nos invita a nosotros.

En segundo lugar, animate a la misericordia. ¿Por qué le tenemos tanto miedo a ser misericordiosos? ¿Por qué somos a veces tan atolondrados que lo primero que hacemos es juzgar? ¿Será que nos hemos olvidado de lo que Dios ha hecho con nosotros? ¿Será que tenemos poca memoria para las veces que nuestros hermanos nos han perdonado? Es necesario encontrarnos con la mirada de Jesús, un Jesús que no condena. Fijate lo que hace con esta mujer: la recibe, se inclina para estar a su altura, escribe en la tierra y no juzga, sino que la mira con misericordia, ternura y compasión. Es cierto, la invita a no pecar más, pero el punto de partida es la misericordia. Yo me animo a preguntarte: ¿cuál es el punto de partida en tu relación con Dios? ¿Sos vos o es su abrazo? ¿Es tu pecado o su perdón? ¿Es tu juicio o su amor? ¿Qué se hace en tus ambientes, se condena o se humaniza, se ama o se condena? Que el punto de partida sea Jesús, siempre Él.

Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.