Lunes 3 de Febrero del 2020 – Evangelio según San Marcos 5,1-20

viernes, 31 de enero de
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Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!”. Porque Jesús le había dicho: “¡Sal de este hombre, espíritu impuro!”.

Después le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?”. El respondió: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”. Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.

Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”. El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.

Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido.

Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.

En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.

Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: “Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”.

El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

Palabra de Dios


Padre Nicolás Retes sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires

 

¡Queridos amigos de Radio María joven! ¡Espero que anden bien! Nos encontramos hoy con este texto que nos presenta la liturgia, en este Lunes 3 de Febrero y parecía ser el protagonista central, por supuesto Jesús y este hombre poseído, poseído por varios espíritus, que en principio parece que es uno sólo, el espíritu impuro, pero por otro lado, al preguntarles Jesús ¿cuál es tu nombre? Responden como en plural, “mi nombre es Legión, somos muchos”.

Este espíritu que perturba este hombre y que es liberado por Jesús. Es liberado con gran poder, el poder que tiene el hijo del hombre de, no solamente sanar, perdona los pecados, sino también de liberar a las personas. Esta autoridad que a Jesús le vienen, realmente no sólo por ser el Hijo de Dios, sino también porque su palabra tiene poder, lo que Él dice, lo hace y se cumple. Esto le da una autoridad distinta pero también cómo termina diciendo el texto, ha generado mucho temor en los pobladores de esa región, tanto es así que le piden que se retire, que se vaya de allí.

Pasando a nuestros días, al 2020, a nosotros nos podría ocurrir algo parecido cuando nos acercamos a Dios, no podría agarrar: temor, miedo al comprender, al tomar conciencia que Dios tiene un poder increíble sobre nuestras vidas si lo dejamos entrar. Pero siempre esto es para bien, no hay que asustarse, ¡al contrario! el poder de Dios, como decíamos recién, siempre busca liberarnos de nuestras ataduras y especialmente de la atadura principal, que es el pecado. Por eso, es muy importante tener fe para que el Señor pueda obrar en nuestras vidas, pueda renovarnos. Este tremendo poder que tienen Dios puede actuar únicamente en nuestras vidas. Si nosotros le abrimos el corazón, sí nosotros somos honestos, sinceros, ¡transparentes con Él!.. Si dejamos que se vaya de nosotros la tristeza y que el Espíritu Santo nos llene, con su alegría, con su amor. La falta de confianza en Dios, es lo que hace muchas veces que no podamos ser liberado, que no podamos ser sanados. Le pedimos al Señor esta gracia entonces: Que podamos reconocer, que desde el día del bautismo Él está en nuestras vidas y sigue obrando.

Pero necesita nuestro Sí para que obtengamos una liberación definitiva. ¡Que Dios te bendiga! ¡Que tengas un excelente jornada.!