Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera.Jesús, al verla, la llamó y le dijo: “Mujer, estás curada de tu enfermedad”,y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: “Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado”.El Señor le respondió: “¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?”.Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.
El evangelio de hoy nos cuenta la curación de una mujer encorvada que se encuentra con Jesús. Es sábado, el Señor está en la sinagoga y sin embargo Él es el que tiene la iniciativa y cura a esta mujer. Por eso te invito a que podamos pensar juntos algunos puntos que quizás nos puedan ayudar para nuestra oración de hoy.
En primer lugar, ¿qué es lo que hoy te está encorvando? Fíjate que a veces de los peores dolores que podemos tener físicamente hablando son los dolores de espalda. La vida se nos hace como cuesta arriba, nos duele, no podemos dormir, no nos podemos quedar sentados ni parados, nos duele, nos molesta, nos incomoda el dolor de espalda. Así que imagínate lo que debe ser estar encorvado o encorvada. ¿Por qué habrá estado encorvada esta mujer del evangelio? No lo sabemos. ¿Qué habrá cargado sobre su espalda? ¿Qué peso le habrá tocado llevar sobre sus hombros? Porque el evangelio siempre nos ayuda a mirar más allá, no solamente el dolor físico sino que justamente el dolor físico es un síntoma de un dolor más profundo, el dolor espiritual. La mujer llevaba 18 años en esta situación, no habla, no tiene nombre, no pide la curación, no toma ninguna iniciativa y esta pasividad llama la atención. Ni siquiera sabemos cuál era la enfermedad. El evangelio no nos dice nada, lo que sí nos dice es que Jesús la vio y la llamó y fue él el que le permitió mirar hacia adelante, hacia arriba, enderezarse. Ella cargaba con el peso de su vida, lo cargaba sola de una vida quizás en soledad existencial, quizás con un dolor sobre su historia, con llagas, con heridas de su pasado. Hoy esa realidad la llevaba a verse aplastada, no podía enderezarse, no podía ponerse derecha. Cargaba con su vida pero cargaba sola y por eso ya no daba más. Sentía que Dios la había abandonado quizás y esa ausencia de Dios produce la ausencia de perspectiva, de futuro. A nosotros también nos hace mirar hacia abajo, olvidarnos del cielo. Bueno, pasaron años, esta mujer pasó mucho tiempo en esta situación difícil y crítica y a vos a mí también nos puede pasar lo mismo. Estamos encorvados, buscamos la manera pero va pasando el tiempo y cada vez estamos más cerca del piso. Por eso hoy pregúntate si tus problemas y tu historia, bueno, qué son esas cosas que te están mirando o te están haciendo mirar para abajo demasiado.
En segundo lugar deja que Dios te enderece, que él tenga la iniciativa. No es lo mismo la vida con Dios que la vida sin Dios, no es lo mismo enfrentar cada día tu andar cotidiano con Jesús que sin Jesús. Por eso es necesario saberse sostenido por él, que Dios te sostiene, que Dios te ama. Tantas situaciones las podríamos haber pasado de una manera diferente si hubiéramos estado al lado de Jesús, si nos hubiéramos dejado sostener por él. ¿Vamos a tener un peso? Siempre, siempre vamos a tener la cruz, pero como dice el Señor el yugo es llevadero y la carga ligera cuando nos acercamos a él. Si estás encorvado, si perdiste la esperanza, si no das más, si te parece que nada tiene sentido, hoy es un hermoso evangelio para renovar esa esperanza en Dios, para renovarse en él, para dejarse sostener por él. ¿Estás esperando algo? Bueno, espera que Dios te sostenga y déjalo que Dios aparezca en tu vida.
Por último, no mires de reojo cuando Dios sana al otro. Los legalistas, estos que estaban en la sinagoga, que se oponen a Jesús, son un fiel reflejo de lo que hoy no tenés que hacer, de esos que miran de reojo al que está encorvado. En vez de ir a su encuentro, en vez de ayudarlo, en vez de sostenerlo, en vez de dejarlo que se levante, son hipócritas. Ese es el reclamo de Jesús hacia estas personas que no ven el dolor de su hermana, sino los ritos y las funciones. Hoy vos y yo no podemos ser así, hay que seguir con misericordia, no poniendo condiciones. Hay que ayudar a levantar en vez de señalar. Hay que caminar con el otro, hay que compadecerse, hay que sufrir con el otro y ser un instrumento para que Dios se acerque. Hoy hemos perdido esa capacidad de compasión. Nos aferramos muchas veces a estructuras, a leyes, en vez de mirar el sufrimiento del otro y hacerlo nuestro. Así que pidámosle al Señor que nos cambie la mirada, como en el evangelio de ayer. Aprendamos a tener una mirada de fe, a mirar con amor el dolor del otro para aliviarlo y no para ser hipócritas, para dejar que Jesús se haga cargo de nuestro sufrimiento y del de los demás.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañen siempre. Amén.