Lunes 4 de Mayo del 2020 – Evangelio según San Juan 10,11-18

jueves, 30 de abril de
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Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre”.

 

Palabra de Dios

 

P. Andrés Riveros de la Diócesis de San Juan

 

Queridos hermanos y hermanas este evangelio de Jn 10, 11 – 18 que hoy la liturgia nos propone es continuación del que proclamamos ayer Domingo. Nos permite seguir profundizando nuestro encuentro con Jesús Buen Pastor y nos permite seguir orando por todas las vocaciones.

De todo lo que se puede compartir de este texto me resonaron este año tres pensamientos que los pongo en común para que los recemos juntos:

En primer lugar, Jesús antes de llamarse “Pastor” en el capítulo 10 es llamado en el capítulo 1, 29 del evangelio de Juan “Cordero”. Juan Bautista le llama el “cordero de Dios”. Aquel que guía a otros también es guiado. Para ser buen pastor hay que ser primero buena oveja. Así como Jesús lleva su misión de cara a su Padre Dios y se hace obediente a su voluntad, también nosotros debemos llevar adelante nuestro pastoreo, nuestro cuidar y acompañar a los demás, desde una vinculación efectiva y afectiva a Jesús Buen Pastor.

La segunda tiene que ver con el adjetivo “bueno” que califica al Pastor. En verdad, la traducción más literal es “bello”… “el pastor bello”. Esto nos invita a renovar hoy esa fascinación por Jesús. Solamente desde un corazón apasionado, desde un amor ardiente hacia el Señor podremos estar atentos a su voz y dejarnos conducir por Él. No hay nada más hermoso en el mundo qué vivir bajo el pastoreo de un Dios Bello que nos ama tanto.

Por último, aquellas palabras que las elegí un día como lema de mi ordenación diaconal: “nadie me quita la vida yo la entregó libremente”. El amor es una determinada determinación como diría Santa Teresa que supone la libertad, la responsabilidad, la generosidad en la entrega… en la donación. Jesús entregó su vida libremente por amor a cada uno de nosotros. Tener a Cristo como Pastor es renovar nuestra decisión de entregar la vida, en el servicio y en el amor concreto, por todos.

Sigamos orando por las vocaciones, con fe y confianza, a la espera de encontrarnos un día todos unidos en un solo rebaño con el Único Pastor. Que Dios les bendiga mucho!