Lunes 6 de Abril del 2020 – Evangelio según San Juan 12,1-11

jueves, 2 de abril de
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Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.

María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: “¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?”.

Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.

Jesús le respondió: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”.

Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

 

Palabra de Dios

Padre Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Con el Evangelio de hoy la Palabra nos anuncia que estamos entrando en los días más importantes de la vida, de la misión de Jesús y también en la semana más grande y linda de todas para los cristianos. Hoy es Lunes Santo y es el mismo Señor quien nos lo hace notar en el evangelio: “ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura… A mí no me tendrán siempre con ustedes”. Bueno, la Palabra de hoy, Juan 12, del 1 al 11, nos sitúa en la casa de Lázaro, Marta y María, la familia amiga de Jesús. Estamos en Betania, el lugar donde el Señor se sentía como en su casa y donde seguramente cada tanto se escapaba para descansar un poco. Te invito a que vos y yo pidamos permiso para entrar en esa casa, que tratemos de imaginarnos juntos la escena que nos regala el evangelio y de sentir lo que cada personaje. Meditemos algunos puntos:

En primer lugar, rompé tu frasco. Jesús vuelve a Betania y empiezan a compartir una cena. Hay que subrayar la actitud de María, una verdadera discípula, alguien que dejaba todo lo que tenía que hacer para ocuparse de lo verdaderamente importante. María siempre elige estar a los pies del Maestro y quedarse con la mejor parte. Seguramente ella hizo mucho sacrificio para comprar ese frasco de perfume. Acordate que un denario equivalía al salario de un día y acá se habla de 300 denarios. Es decir, María gasta todo lo que tiene en ese perfume costoso y se lo ofrece a Jesús. Todo lo que tiene se lo da al Señor. Unos días antes de la pasión esa mujer hace un gesto muy fuerte: rompió el frasco y lo vertió en los pies del Señor. La casa se llena de la fragancia. Algunos de los apóstoles lo consideran un desperdicio, pero María ofrece lo mejor. Su corazón oyente sabe intuir lo que viene, no por ansiedad o desesperación, sino por amor. El amor nunca es un desperdicio. Ponete en el lugar de María. ¿Cuál es el perfume que vos podés ofrecerle a Jesús? Ofrendate, dale al Señor lo mejor de vos porque Él te da lo mejor de sí. Que tu vida llene de buena fragancia la vida de los demás porque la lleva a Jesús. Rompé tu frasco y ofrécete.

En segundo lugar, confá en la providencia. También aparece la figura de Judas, que dice la Palabra, era ladrón. Él se había encontrado con el amor de Jesús, él había sido llamado como los otros, pero en algún punto se desvió del camino. Su corazón se volvió frío, calculador, mezquino, empezó a poner a las cosas por delante de Jesús y encima disfrazaba su egoísmo con una falsa preocupación. En la figura de Judas corremos el riesgo de estar vos y yo. Cada vez que sacamos al Señor del medio de nuestra vida, nos volvemos como él. Judas puso el dinero como centro y se amargó, se olvidó de confiar en la providencia. ¿Vos sos de criticar y quejarte mucho? ¿Sos de hacerte mala sangre por lo material? Bueno, que esta semana santa sea también una oportunidad de conversión para cada uno de nosotros. No seamos como Judas, que mira, critica y no se mete. Dejá que el Señor sea lo más importante y confiá, porque con Él nada te va a faltar.

Por último, valorá este tiempo. El Señor dice “a mí no me tendrán siempre con ustedes”. Parece una contradicción porque, si hay algo que tenemos claro, es que Jesús siempre está. Sin embargo, es necesario a veces experimentar la lejanía, la soledad, el desierto. Son momentos de gracia. En la medida en que más en comunión estemos con el Señor, más vamos a descubrir que la fe no es un sentir bonito y nada más. Todo lo contrario: es confiar en que Él está, aunque no lo experimentemos cerca. Que esta Semana Santa sea una oportunidad de acercarnos a Él para acompañarlo en su entrega de amor por vos y por mí. Acordate: estamos aislados, pero no en soledad.

Que tengas un buen lunes y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.