Lunes 5 de Agosto del 2019 – Evangelio según San Mateo 14,13-21

viernes, 2 de agosto de
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En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos.

Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.”

Jesús les replicó: “No hace falta que vayan, denles ustedes de comer.” Ellos le replicaron: “Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.”

Les dijo: “Tráiganmelos.” Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente.

Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

 

Palabra de Dios

 


P. Nicolás Retes sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires

 

En el evangelio de este Lunes 5 Agosto, nos habla de esta linda actitud que tiene Jesús de acercarse a su Padre, de retirarse a un lugar a solas, a un lugar desierto, para tener un encuentro de oración profundo con su Padre. Pero parece, según relata este texto, que ese encuentro se ve interrumpido por la gran muchedumbre que se acerca a Él, y Jesús siente por ella compasión, dice el texto, y de allí surge entonces, la actividad pastoral de Jesús, el encuentro profundo con Dios, esa compasión que siente al ver que están justamente sin alimento, que no tienen nada para comer. Se encarga de curarlos, primero como dice el texto, y después le pide a los discípulos que sean ellos, los que les den de comer.

Esto ocurre siempre nuestra vida, ese don de Dios que recibimos, que es la fe, que su gracia, que es su misericordia no alcanza si nosotros no ponemos de nuestra parte, ósea es necesario que nosotros también nos sumemos esta acción de Dios. Recibimos su don, pero al mismo tiempo el Señor nos dice también a nosotros: “Denle ustedes de comer” como diciendo “comprométanse”. Involucrémonos con este pedido que nos hace Señor.

Y fíjense que, los apóstoles, los discípulos como, un poco se quejan, dicen que “no tenemos más que 5 panes y 2 pescados” es decir, una pobreza importante, que muchas veces no puede ocurrir a nosotros también. Nuestra pobreza es grande, en nuestro corazón pensamos que tenemos pocos dones, que no alcanza, que… sin embargo, la riqueza más grande que tenemos es Jesús. Si Jesús está en nuestras vidas, todo es posible.

Fíjense cómo el texto nos marca que, esta gente, esta muchedumbre que se acercó confiada en Jesús, recibe lo que esperaba, osea, queda saciada: “todos comieron hasta saciarse”. Vale decir, hay abundancia cuando está Jesús presente en nuestras vidas. Le pedimos a Jesús esta gracia entonces.

Considerarlo, saber con mucha fe y con mucha confianza que Él es la riqueza más grande que nosotros podemos tener. Y que si Él habita en nuestros corazones, si hay un encuentro profundo con Él todos los días, no nos va a faltar nada, porque Él nos va a marcar el camino necesario y nos va a regalar los dones para poder seguir adelante. Pero no nos olvidemos, Él también necesita de nosotros. ¡Quiere necesitar de nuestro sí! Nuestro sí comprometido para construir el reino! Que Dios te bendiga.