Jesús dijo a sus discípulos: “Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, perdónalo”. Los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. El respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, ella les obedecería.”
Sin dudas uno de los desafíos más grandes en nuestra vida cristiana es lo que hoy Jesús no propone: “el perdón”. Es difícil, dice la gente, perdonar.
¡Cuánto nos cuesta perdonar! y claro, cuando el perdón pensamos que es solamente tarea nuestra, obra de nuestro esfuerzo y de nuestro mérito, podríamos decir que es imposible. Pero cuando nos apoyamos y nos sostenemos en la gracia de Dios el proceso del perdón comienza a desencadenarse en nuestra vida.
Es Jesús el que nos da la fuerza para perdonar. Es Jesús el que nos da la fuerza para iniciar este camino arduo, este camino espiritual que es el camino del perdón, de la reconciliación. Por eso, no te desanimes, intentalo una vez más, intenta esta vez sostenerte, en este camino de perdón, por la gracia, por el amor de Dios.