Lunes de 12 de Junio de 2023 – Evangelio según San Mateo 4,25.5,1-12

miércoles, 7 de junio de

Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
“Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.”

Palabra de Dios

Padre Matías Burgui | Sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca


Estamos compartiendo nuevamente el tiempo ordinario, el tiempo durante el año, un tiempo que caracteriza por el discipulado, por estar con Jesús, por la espera confiada, por saber poner nuestra vida en manos del Señor, en cada cosa, en cada aspecto, en cada realidad, en lo bueno y en lo no tan bueno, en lo que te cuesta y en lo que se te hace fácil, en tus virtudes y en las cosas que hay que mejorar, Dios se hace presente. Este Jesús que acompaña, este Jesús que quiere caminar con nosotros hoy nos invita a meditar las Bienaventuranzas, Mateo 4, 25. 5, 1-12. Así que tomá tu Biblia y aprovechá a tomarte un rato para entrar en contacto con la Palabra de Dios.

A veces confundimos la felicidad con otras cosas, ¿no? Cuando en realidad no es algo que se tenga la felicidad, es alguien que acompaña tu camino, es estar con Jesús. Porque, claro, frente al vacío que nos pueden dejar las cosas, muchos se pueden conformar o distraer viviendo el momento así porque sí, solamente para pasarla bien, para divertirse. Porque esta sociedad de consumo en la que vos y yo estamos, nos quiere meter eso a rosca en la cabeza. Parece que la felicidad tuviera que ver solamente con el poder, con el tener y con el placer y, sin embargo, la vida es mucho más que eso, ¿por qué? Porque mientras más tenés cosas, mientras más placer vivís, mientras más poder tenés, quizás más vacío empiece a sentir tu corazón. Por eso, hay que tener en cuenta que la felicidad no es tener, es estar con el Señor. Eso ya lo sabés. San Agustín decía: “nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón no va a descansar hasta que repose en ti”. Muchas veces vivimos con expectativas, sin esperanza, y poniendo todas nuestras proyecciones en lo que nos va pasando en el día a día y, sin embargo, claro, cuando no pasa lo que queremos que nos pase o cuando no suceden las cosas como queremos, nos frustramos, nos ponemos mal, nos bajoneamos, nos come la ansiedad, la tristeza. Y sí, se te pasó el día, se te pasó la semana, se te pasó el mes, se te pasó el año y te olvidaste de reconocer la presencia de Dios. Por eso el Señor hoy nos enseña que la felicidad no es una cuestión de suerte, no hay que comprar nada y tampoco depende de lo que hagan o dejen de hacer los demás. La felicidad depende de una elección. Una elección no en “algo”, sino en “alguien”. Poder confiar en Dios, creerle a Dios, saber que Jesús está, porque la felicidad es una conquista de actitudes, actitudes que el Señor nos propone en lo concreto, por eso están las bienaventuranzas. Son una guía, una hoja de ruta para vivir, ser pacientes, trabajar por la paz, buscar la justicia, tener misericordia, son las bienaventuranzas las que nos traen la verdadera felicidad, la verdadera plenitud, esa que no se puede comprar, la que nos llena, la que le da sentido a nuestra vida. Por eso, cuando veas las bienaventuranzas, cuando te tomes un rato de oración (tomate un tiempo, ¿eh?), para darte cuenta que eso no tiene nada que ver con lo que nos presenta el mundo de hoy. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo y nuestro corazón nos pide más. Tomate las bienaventuranzas como una guía para esta vida, para tu semana, para tu andar cotidiano, buscá una actitud, aunque sea una, para poder pedirle al Señor la gracia de ir trabajándola, porque esto es actitud, es voluntad, pero, fundamentalmente, ayuda y gracia de Dios. Decile a Jesús: “Señor, hoy yo quiero trabajar la misericordia. Señor, quiero trabajar la paciencia, señor, hoy quiero trabajar la pz. Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”. Que Él te vaya iluminando, ¿Eh? Y andá contrastando tu vida, para que también eso te ayude a ver cómo caminas hoy en relación con los demás, en relación con tu propia persona, y en relación con Dio.

Por eso viví en clave de bienaventuranza. Viví en clave de poder tener una mirada de fe sobre lo que te pasa y lo que te pesa. Viví pidiendo que el Señor ayude en tu camino a que le puedas encontrar un sentido y que esa felicidad plena que vas a encontrar en el cielo ya desde ahora, ya desde hoy, la puedas ir viviendo.

Que tengas un buen día y que la bendición de dios, que es padre, hijo y espíritu santo, te acompañe siempre Amén.