María, compañera de camino…

viernes, 4 de diciembre de
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Viajando a nuestra interioridad… ¿A quién no le ha servido vivir la fe con la imagen de un camino? Al menos a mí sí. Un camino largo, a veces arduo, con subidas y bajadas, con terrenos pedregosos y pendientes, pero también con senderos, con alguna vertiente que nos brinda el agua necesaria para seguir y más de algún árbol que nos acoge con su sombra cuando el calor nos acompaña en el trayecto.

Pero esta vez no quisiera detenerme en la idea del camino. Me gustaría ir un poco más allá, pues cada uno sabe cómo es su camino, y busca los modos más adecuados para transitarlo.

Me ha surgido como reflexión pensar en quiénes comparten el camino con nosotros. Se me vienen a la mente innumerables personas que han ido a mi lado durante la vida y en este camino de la fe. Pero además de pensar y agradecer por todos ellos y ellas, hoy pensé en una persona particular: María.

Así es, María, la Virgen, nuestra Madre. Sin duda que este pensamiento no me viene por casualidad, sino porque durante noviembre en Chile celebramos su Mes. Y no es que el resto del año no la recuerde, ni pida su valiosa intercesión, pero este mes me invita más aun a confiarle mis necesidades, a compartirle lo que voy viviendo.

Me ayuda mucho pensar en ella. Tan mujer, tan humana, tan madre y amiga. El otro día en una clase de Biblia, la profesora, a propósito del rol de la mujer en el Evangelio de San Lucas dijo algo muy interesante: “No pensemos en María como alguien silenciosa, que no hablaba nada”. Al contrario María es ejemplo del ser discípulas y discípulos, era mujer de la palabra inteligente, pues el pasaje bíblico donde dice que “guardaba todas las cosas en su corazón” no quiere decir que solo hacía silencio, sino que pensaba las cosas, reflexionaba profundamente, antes de actuar.

Y una muestra clara de eso es la escena de la anunciación. María, toma con calma el anuncio del Ángel, y de manera serena, se da el tiempo de preguntar (“¿Cómo puede ser eso si yo soy Virgen?”) y luego de recibir una respuesta, acoge generosamente la voluntad de Dios en su vida: ser la madre del Salvador.

Y así, desde allí su vida es testimonio, es ejemplo, sobre todo para los jóvenes y para las personas en general, que se cuestionan si seguir el proyecto de Dios para su vida es una buena opción. Seguramente con temor, pero ella no dudó en dar su sí generoso y contribuir al proyecto de Dios para la humanidad. Una vez escuché hablar de María como la Co-redentora. Sin ella no podríamos gozar de la vida que nos trajo y nos sigue trayendo Jesús cada día.

Hagamos de María nuestra compañera de ruta que nos va marcando el paso hacia Jesús, quien acompaña y sostiene nuestros cansancios, y celebra junto a nosotros nuestros gozos y alegrías. Que nuestra Madre nos conduzca en estos tiempos difíciles que vive la humanidad, para que quienes confiamos en ella, podamos regalar a todos la esperanza que el mundo necesita.