Un rosario, una esperanza, la mirada fija en María y a seguir andando nomás.
Me rebalsa el corazón de alegría al ver a María junto con el pueblo peregrino, junto con el pueblo cansado en busca de una esperanza, junto a los pobres, a los excluidos, desparramando miradas de misericordia que nos dibujan más de una sonrisa en nuestro rostro. Sonrisa que seguramente se les habrá dibujado a los pastores en Belén en el momento en que el niño Jesús estaba recostado en el pesebre (Lc 2, 16-18), sonrisa que se les habrá dibujado en el rostro a los novios de las bodas en Caná cuando, por su intercesión –y un poco de insistencia- su fiesta abundaba del “Mejor vino” (Jn 2, 10).
¡No dejemos nunca de mirar a María, no dejemos de mirar nunca los ojos de esa muchacha de Nazaret que cambió radicalmente nuestra vida y nuestra historia, por favor, no dejemos de mirarla nunca y no nos cansemos de dejarnos acariciar por ella!
Tomar el rosario y contemplar la vida de Jesús por medio de María, debe ser de los momentos más lindos de mi día, es como sentir la caricia de mi madre mientras veo a mi papá esperando para abrazarme, para cargarme sobre sus hombros. Es el momento del día en donde entrego mis tristezas, preocupaciones, anhelos y alegrías bajo su manto, y experimento lo que le dijo al joven Juan Diego aquel día…
“No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?…”
Mi madre, tu madre, nuestra madre, que siempre está atenta a las necesidades de sus hijos, es estrella en nuestra noche y sostén firme en el camino, es el abrazo en el momento oportuno, es la mirada de amor que consuela, es la palabra de aliento que necesitamos ante cualquier adversidad, es la sonrisa que alivia las penas.
Ella, nos hace renovar nuestra opción por decirle “SI” a Jesús, un SI que se hizo carne en ella ¡Y MIRA QUE SE LA JUGÓ! un SI frente a toda adversidad. Un SI en el que abrimos nuestro corazón a la voluntad del Padre, un ¡HAGASE! capaz de transformarlo todo, un ¡HAGASE! Que nos llene de amor y nos transforme en portadores de una promesa, un ¡HAGASE! Que estremece nuestro corazón y con María nos anima a decir “Mi alma canta la grandeza del señor, y mi espíritu se estremece en Dios mi salvador.” (Lc 1, 46-47), un ¡HAGASE! Sin vueltas.
La Virgen es la que nos invita a salir de nosotros mismos, a salir al encuentro, a dejar de lado nuestra zona de confort, es la que intercede ante nuestra fragilidad y nos toma de la mano para caminar seguros y como buenos discípulos los pasos del maestro.
María “Conservaba y meditaba todas estas cosas en el corazón” (Lc 2,19), ella no entendía nada, seguro pensaba que estaba cometiendo una locura… pero ella misma sabía que todo estaba en manos de Dios, estaba en paz, como una niña en los brazos de su madre, confiada, entregada…
Te invito, a que en este año Mariano, nos pongamos en manos de María Inmaculada, Madre y esperanza del pueblo, confiados y abandonados como niños en brazos de su madre…