Martes 01 de Junio de 2021 – Evangelio según San Marcos 12,13-17.

lunes, 31 de mayo de
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Le enviaron después a unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarla o no?”. Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario”. Cuando se lo mostraron, preguntó: “¿De quién es esta figura y esta inscripción?”. Respondieron: “Del César”. Entonces Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.

 

Palabra de Dios

P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca.

 

El pasaje del Evangelio que compartimos hoy deja mucha tela para cortar en nuestra propia vida de fe, en nuestra vida espiritual y en el andar cotidiano también. Vemos que se le acercan a Jesús unos fariseos y herodianos para ponerle una prueba, hacerlo equivocar y entonces poder condenarlo. Sin embargo, aunque su motivación en el fondo no era buena, pueden decir algunas cosas verdaderas sobre Jesús. Por eso te invito a que meditemos algunos puntos y tratemos llevar la Palabra de Dios a nuestra vida de todos los días:

En primer lugar, vivir con sinceridad. Claro, porque para definir a Jesús, esta gente usa la palabra “sincero”: “maestro, sabemos que eres un hombre sincero”. Qué lindo que de nosotros también puedan decir lo mismo al vernos. El sincero es aquel que sabe decir las cosas, aquel que no busca los respetos humanos, sino que más bien es servidor de la Verdad. Vos y yo estamos llamados a eso, a trabajar el no callarnos, pero también a buscar cómo decir las cosas. Fijate que, con gritos, con palabrotas, nunca solucionamos nada. El punto de partida entonces no es el grito, no es el querer imponerme, es la coherencia de vida, la propia coherencia. El sincero dice cosas sobre los demás, sabe decir algo sobre la realidad, no se queda callado, pero se dice también las cosas a sí mismo. Qué bueno preguntarnos: ¿soy el mismo siempre? ¿con unos actúo de igual manera que con otros? ¿conmigo, actúo con la misma vara? Esto requiere trabajo, requiere buscar la verdad, no querer agradar a todo el mundo pero, sobre todas las cosas, que reine la caridad. Acordate que la sinceridad pasa por aprender a reconocer los propios errores, aceptarlos, descubrir que somos limitados, incluso animarnos a compartirlos con los demás. Pero siempre tratando de seguir caminando. El sincero no es aquel que dice “ya está, así soy y punto”; el sincero es aquel que acepta sus limitaciones y quiere seguir adelante con la ayuda de Dios.

En segundo lugar, cuidate de la hipocresía. Si hay algo que les faltaba a los escribas y fariseos era la sinceridad y, cuando te falta sinceridad, te convertís en un hipócrita. Cuando no tenés una unidad entre lo que hacés, pensás, decís y sentís, se nota. Y eso te puede hacer sufrir mucho y puede hacer sufrir mucho a los demás también. Es verdad, como dice san Pablo, muchas veces tenemos el corazón dividido. Por eso el Señor quiere traer unidad a tu vida, a tus ambientes, a tu mismo andar. Al Señor le dolía encontrarse con los escribas y fariseos porque veía su hipocresía. Hay que pedirle a Jesús todos los días la gracia de cuidarnos de esto. Preguntarnos si andamos bucando solamente nuestro provecho personal, si nuestras motivaciones son las correctas, si tratamos de zafar todo el tiempo o tenemos relaciones utilitarias con los demás. No podemos crecer a costa de pisar a los otros, tenemos que vivir con el interés que nos da la caridad del Señor. Vivir la caridad es eso, cuidarnos de la hipocresía.

Por último, no mezclar. Jesús dice: “den al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Lo que le corresponde a cada uno, en definitiva. Es decir, que el lugar de Dios en tu vida, lo ocupe Dios. Que tu centro sea Jesús para que, desde ahí, puedas servir en tu vida ciudadana, en el compromiso, en el saber que tenemos que dejar que el Señor tenga que ver. Es un esfuerzo, pero vas a vivir sin el corazón dividido. Dale a Dios lo que es de Dios, el tiempo que se merece, el servicio que se merece, el encontrarte con él en la oración y en la ayuda a los demás. Ahí vas a encontrar a Jesús.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.