Martes 05 de Julio de 2022 – Evangelio según san Mateo 9, 32-38

lunes, 4 de julio de
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En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a Jesús un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel.» Pero los fariseos decían: «El expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios.» Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.»

 

 

Palabra del Señor

P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

La palabra nos invita a compartir la sanación de un hombre mudo. Sería bueno comenzar preguntando si nosotros nos vemos reflejados en la Palabra. ¿No será que vos y yo hoy seguimos un poco mudos? A lo mejor podemos hablar, pero tenemos el corazón mudo. Ponete a pensar, seguro conoces gente así, ¿no? Personas que no pueden decir lo que tienen que decir, que viven atadas a su pasado o por sus miedos, por sus vergüenzas, por sus desaciertos, por sus tristezas, por sus desengaños, por sus decepciones. Y claro, a la larga o a la corta se terminan por enfermar: comienzan las úlceras, las contracturas, se cae el pelo, depresiones, incluso cosas más complicadas. Y todo porque, bueno, porque no se ha podido hablar a tiempo, no se ha podido pedir ayuda o confiar, sanar. Bueno, acordate que lo que la boca calla, el cuerpo lo manifiesta y el espíritu también. Por eso es tan importante aprender a hablar, no solamente con Dios, sino también con uno mismo y con los demás. Poder ponerle palabras a lo chiquito, a lo pequeño, sí. Con uno mismo también y con los demás.

Es necesario hablar, la oración obviamente es importante, hablar con Dios. Y, desde ahí, todo lo otro. Pero también la meditación o buscar a alguien que me vaya ayudando a caminar, que me escuche. No que me dé todas las respuestas, que me escuche: un buen confesor, un acompañante espiritual, un amigo, un familiar, un terapeuta. Cada uno con su ámbito y en su lugar, pero gente que yo sepa que está ahí, que no me va a decir lo que yo quiero escuchar sino más bien lo que necesito escuchar. Pensá si no te ha pasado, ¿no? Paradójicamente hay gente que no puede hablar con los más cercanos, falló la confianza, la escucha. A lo mejor te encerraste o te encerraron los demás, quizás las personas que más deberían conocerte son las que menos lo hacen. Por eso hay que pedir entonces que el Señor nos dé la gracia del perdón, salir del no puedo, del no sé, pedir ayuda. Poder hablar, la regla del juego es ser uno mismo. Así que no te quedes callado o callada, el mudo se queda solo. Te lo repito, eh, que se te quede grabado en el corazón: quien no puede hablar, el mudo se queda solo.

Necesitás largar lo que está en tu corazón, lo bueno y lo no tan bueno. Lo que no se asume, no se redime. Hoy el Señor quiere sanarte en serio y quiere que abras el corazón, que venzas tu mudez. Tené capacidad de asombro también, maravillate de los milagros de Dios. Primero hablar con Dios, anImate a hablar con vos también y con los demás. Confiá en que Jesús puede hacer nuevas todas las cosas, pero también vos tenés que poner de tu parte. ¿Te animás a hablar, te animás a abrir el corazón, te animas a compartir lo que hay en tu vida y en tu historia con alguien? Pensalo, ponelo en oración. Quizás hoy puedas dar un primer paso, te puedas acercar de a poco a esa persona con la que vos querés abrirte. Pedile al Señor que empiece a acomodar todo y a allanar los caminos.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.