Martes 06 de Septiembre de 2022 – Evangelio según San Lucas 6,12-19

miércoles, 31 de agosto de
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Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

 

Palabra del Señor

Padre Matías Burgui | Sacerdote de la Diócesis de Bahía Blanca

 

 

 

En este mes dedicado a la Palabra de Dios, el Evangelio de hoy, Lucas 6, del 12 al 19, nos invita a contemplar el relato de la llamada de los doce. Si hay algo que el trato continuo y cotidiano con la Palabra nos va enseñando es que el Evangelio no es algo alejado de nuestra vida. El desafío es que, con la ayuda del Espíritu Santo, podamos llevar eso que rezamos a lo cotidiano. Te invito a meditar algunas ideas:

En primer lugar, encontrá tu montaña. Las decisiones importantes no son algo que se improvise. Jesús nos enseñando eso: él, antes de llamar a sus discípulos, permanece toda la noche en la montaña orando. Es muy importante que podamos vos y yo profundizar en nuestra vida de oración. No solamente cada vez que tengamos un problema o cuando nos toque tomar decisiones, siempre. ¿Cómo está nuestra vida de oración? Las decisiones importantes, ¿las rezás? ¿Te tomás un tiempo para discernir lo que Dios quiere para tu vida? Tu vocación, tus proyectos, tus sueños, tus acciones, todo lo que vas viviendo, ¿tienen el sello de la oración? Acordate que orar es hablar con Dios y por eso es bueno no sólo hablar sino también escuchar. Las grandes decisiones de la vida hay que hablarlas con el Padre, dialogarlas. No contestes cuando estés enojado, no decidas cuando estés en crisis, no prometas cuando estés contento. Tomate tu tiempo y preguntale a Dios. Pedile que te oriente.

En segundo lugar, escuchá tu llamado. Jesús llama a los discípulos por su nombre, a cada uno lo conoce. Ellos han sido llamados por Dios por el nombre que tenían. Ese es el estilo de Dios, no hablarle a las masas sino personalmente a vos. Para muchos hoy quizás vos seas un número (de voto, de socio, de cliente, de lo que sea), pero no sos un número para Jesús. Él te conoce, te llama por tu nombre y por eso no te tenés que preocupar por lo que hace con los demás. No tengas envidia, no seas celoso, no andes cuestionando por qué llamó a tal o a cual, vos confiá en que siempre Dios hace lo mejor. ¿Estás atento a la voz de Dios o estás distraído por la vida, estás escuchando? Vos fijate que el Señor siempre va a tener un propósito y un sueño para tu vida, escuchalo, te va a hacer bien.

Por último, seguí tu misión. La oración, como decíamos, hay que aterrizarla en lo concreto. Entonces, no ores sobre cosas que no te pasan, hablá de lo de hoy. El Señor nos muestra para qué vino: para hacer el bien, para anunciar y para amar. Esa es tu misión y la mía: hacer el bien, anunciar y curar. Jesús te llamó para eso, para que no te quedes en el molde, para que seas Iglesia, para que seas hijo, para que seas apóstol, para que anuncies que Dios lo es todo y que puede cambiar vidas. Tomate en serio tu misión y empezá hoy en lo simple, en lo sencillo, en lo escondido. No es necesario saber teología, con escuchar, con hablar y contar lo que Dios hizo por vos y por tu vida. Eso ya es mucho, ya estás curando, ya estás anunciando, ya estás haciendo el bien. Acordate que nuestra misión ya empezó desde hoy, pedile al Espíritu Santo que te ilumine y que te ayude a descubrir plenitud contando lo que Él hizo por vos.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.