Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
Nos seguimos encontrando con este Jesús que es maestro, que hace de su propia vida una enseñanza y que en definitiva nos recuerda que la oración es un pilar importantísimo de nuestra vida espiritual ¡No nos podemos dar el lujo de descuidar nuestra oración, nuestro diálogo vivo, activo y eficaz con Dios!
Por eso Jesús nos enseña a orar como es debido y nos habla del Padre Nuestro.
Entonces, te a que te preguntes y que veamos juntos cómo podemos evaluar nuestra vida de oración, nuestro diálogo con Dios y que meditemos algunos puntos:
En primer lugar: saber pedir en el silencio ¿Que significa esto? Bueno fíjate que lo esencial del Padre Nuestro es llamar a Dios: “Padre” Así comienza la oración y es lo más importante ¿no? Encontrar que es una de las características de los hijos es pedir, los hijos siempre pide, porque necesita, necesita todo de su padre, es DE-PEN -DIEN-TE
¡Bueno! Jesús nos recuerda la importancia de vivir esto en nuestro día a día, necesitamos de Dios en todo, pero la clave es preguntarnos ¿cómo estamos pidiendo? El Señor nos aconseja y dice: “no hay que ahondar en palabras” . Cuántas veces vos y yo hablábamos y hablábamos y hablábamos y nuestra oración es solamente “eso”, del 100%, un 90, es hablar y ¡no! Tú oración tiene que ser proporcionada: – Tiene que haber momentos de hablar. – Pero también tiene que haber momentos de escuchar, de silencio, – Tiene que haber armonía – Tiene que haber proporción.
¡Dios escucha siempre! y ve tú corazón y sabe lo que hay allí, entonces es bueno confiar en eso, de que no es necesario hablar tanto, sino más bien lo esencial y estar convencido de eso, obviamente que hay que contarle a Dios todo lo que pasa en el corazón pero tal vez, nos estemos olvidando de lo más importante, un poder decir: – ¡Sinceramente Señor aumentame la fe! – ¡Aumenta mi coherencia! – ¡Sosteneme en este problema que estoy teniendo! Deja de leer el corazón por Dios
El silencio en el corazón dice mucho, porque Dios conoce todo. Entonces más que, palabras en la oración, tenemos que abundar en el silencio y la sinceridad, mostrarle a Jesús todo lo que tenemos: – Nuestras lágrimas, nuestra desazón. – Nuestro, a veces no saber ni qué decir, nuestras alegrías En definitiva, podría ser un acto de fe. Poder decirle al Señor, Señor aquí estoy.
En segundo lugar: ¡sentirse mirado! Porque seguramente cuando leíste o escuchaste el evangelio de hoy, te pasó esto de, casi sin darte cuenta, seguirlo de memoria y repitiendo casi por adelantado cada palabra del Padre nuestro. Esto es lo que generalmente no pasa con esta oración, cómo le decimos tanto y tan seguido, podemos caer en la rutina del Padre nuestro y no darle importancia a cada frase.
¡No gustar a fondo lo que estamos diciendo y repetir como loros! Por eso, hoy cuando reces el Padre nuestro, te invito a que lo puedas hacer lento, pausado, despacio, pensando en cada imagen, puede ser que te encuentres respuestas a muchas preguntas que dan vuelta a tú corazón hoy.
Porque la oración en vos, es eso: – Es sentirte mirado por Dios – Es sentirte escuchado por Dios
A la mañana cuando te levantas, acordate que Dios te mira. A la noche cuando te vas a acostar, acordate que Dios te mira.
¡Pero no con esa mirada de juez, sino con esa mirada de Padre que ve en lo secreto y que contempla a su hijo!
Como ese padre que ve a su hijo chiquito cuando está durmiendo ¿no? Lo custodia con la mirada, lo acompaña. Bueno, así nosotros también tenemos que dejar que Dios nos mire, porque cuando Dios te mira, también tu corazón se va transformando.
Pregúntate: ¿estás dejando que Dios te mire? ¿estás dejando que Dios entre en todo en tú corazón? ¿o hay partes en las que todavía no entró?
Por último: la oración te tiene que llevar a cambiar. Acordate que en tú oración, en el Padre nuestro podes encontrar el resumen y la respuesta a tu propia vida de fe, a tus propias inquietudes. Por eso, que El Señor no nos deje caer en la tentación más bien nos ayude a recordar que hoy también tenemos cosas para cambiar.
Espero que vos y yo sepamos y descubramos qué cosas tienen que cambiar. Y si no lo sabemos, recordar que hay un Padre que está en el cielo y que nos viene a salvar porque nos quiere traer la vida en abundancia
Descubrí el Padre nuestro y sentirte amado por Dios.
¡Que tengas un buen día! Y que la bendición de Dios, que es: Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañen siempre. Amén.