Martes 1° de Febrero del 2022 – Evangelio según San Marcos 5,21-43

jueves, 27 de enero de
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Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.

Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva”.

Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.

Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: “Con sólo tocar su manto quedaré curada”. Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.

Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”.

Sus discípulos le dijeron: “¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?”.

Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.

Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.

Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad”.

Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?”.

Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”.

Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.

Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”.

Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.

La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate”.

En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

 

 

Palabra de Dios

Padre Matías Burgui | Sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

El Evangelio de hoy continúa con San Marcos y vamos viendo las palabras y los signos que hace el Señor: anuncio y milagros. Vemos hoy por hoy justamente un doble milagro en este día martes: por un lado, el Señor se encuentra con Jairo, que le pide que por favor sane a su hija, que se estaba muriendo. Y en el camino aparece esta mujer enferma, esta mujer con hemorragias a la cual se le estaba yendo la vida. Porque claro, para la cultura judía la sangre significaba la vida. Por eso creo que ver a esta mujer es una buena oportunidad para vernos a nosotros también reflejados. ¿Cuántas veces sentimos que se nos está yendo la vida? ¿Cuántas veces caemos en la tentación de querer dejarlo todo, no? ¿Cuántas veces pensamos que todo lo que vamos viviendo es una prueba que no tiene sentido, que ya no tenemos ningún interés de seguir? Bueno, hoy el Señor nos muestra que este no es el centro, que lo importante, que lo verdaderamente importante es que justamente necesitamos del Señor.

Esta mujer tenía necesidad de Jesús. Fijate qué lindo gesto: se acerca en medio de la multitud, tímida pero decidida, confiada, y toca el manto de Jesús. El tocar… Nosotros también tenemos en la iglesia este regalo del tocar, se llaman “sacramentales”. Son distintos signos que nos van mostrando también esa presencia de Dios. No son los sacramentos. Los sacramentos son siete. Pero los sacramentales son todas aquellas cosas que se bendicen y que tenemos en nuestras casas: una estampita, una medalla, el agua bendita, aquello que de alguna manera nos acerca a la presencia de Dios, no como algo mágico, sino a través de la bendición. No tienen una fuerza en sí misma, pero nos ayudan a creer en Dios, a tener más fe. Por eso, animate a tocar, animate a darle un beso a esa estampita de la Virgen, a esa medallita que tenés colgada. No porque seamos idólatras, sino porque la imagen remite al original: cada vez que vos besás la cruz que tenés colgada en el pecho, besás al mismo Jesús. Eso nos muestra que el manto no tenía poder en sí mismo, pero sí la fe que esta mujer puso en Jesús a través de su gesto. Así que atención, animate a confiar en Jesús, porque es Dios el que hace milagros. No tengas miedo del qué dirán. En este tiempo, donde todo es signo, donde todo el mundo tiene algo colgado en la mochila. Vos también animate a creer y a mostrar que crees en Jesús. Da testimonio.

Por otro lado, cuando llegaban a la casa de Jairo, le salen al encuentro para anunciarles la muerte de la niña. Qué fuerte, ¿no? Este hombre que se encuentra con una de las peores noticias que puede recibir un padre, se murió su hija. Y sin embargo Jesús está ahí. Jesús se queda al lado de él. Jesús lo acompaña. Jesús se lo toma en serio. Ese es el Señor, aquel que incluso en los momentos de dificultad está ahí, incluso en los momentos de muerte, sigue estando con él. Por eso lo toma al Padre y hace el milagro.

El Señor Jesús muestra que, incluso lo que parece imposible, puede suceder. Y qué lindo esto, ¿no? Aparecen personas que nos tiren abajo y siempre van a estar esas personas. Pero es el mismo Señor el que nos consuela y el que nos pide que creamos, porque no hay nada imposible para Dios. Animate a creer que no hay nada imposible para Dios, que incluso aquello que parece muerto, incluso aquello que parece que vos no podés cambiar, Dios lo puede transformar. Animate a confiar y no seas como estas personas negativas. ¿Escuchás esa palabra de Jesús? “Talita cum”, levántate. El Señor te quiere tomar de la mano, quiere que te levantes. Si andás medio muerto, bueno, basta que creas para que Jesús te dé vida y vida en abundancia.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.