Martes 12 de Noviembre del 2019 – Evangelio según San Lucas 17,7-10

lunes, 11 de noviembre de
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El Señor dijó: «Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: ‘Ven pronto y siéntate a la mesa’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después’? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’.»

 

 

Palabra de Dios


Monseñor Ricardo Seirutti obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba y delegado episcopal de la Pastoral de Juventud

 

Hola audiencia querida de Radio María, este martes la liturgia nos regala este texto de Lucas 17, donde el mismo Señor se pregunta: “Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar y cuidar el ganado y se regresa al campo. ¿Le dirá: ¡pronto, ven y siéntate a la mesa! o le dirá: ¡prepararme la cena, recógete la túnica a servirme y después comerás tu!”?. Entonces, la pregunta es: ¿deberá mostrarse agradecido con el servidor por qué hizo lo que se le mandó, si el patrón muestre agradecimiento? ¿no?

Somos simples servidores, termina diciendo Jesús “no hemos hecho más que cumplir con nuestro deberes”. Nosotros sabemos que Dios es altamente agradecido con nuestra tarea, con nuestra misión pero el esquema y los modales del texto están según la época ¿no?. Acá Jesús está pensando en alguien que sirve a un señor y que hace “lo que le corresponde”. Hoy hablaríamos quizá más de alguien que tiene un empleado y un sueldo, o una determinada tarea encargada. Pero lo cierto es que el Señor está pensando mucho más allá de eso, está pensando en aquello que el mismo Señor nos encarga como administradores, como veíamos el martes pasado como administradores de esta multiforme gracia del anuncio de Dios.

Somos bautizados, somos enviados y ahí está la gran tarea encomendada por Jesús a nosotros ¿no? Tarea que llevamos adelante con alegría ¿no? y que la vamos realizando en un lugar y en otro. ¡Muchas veces nos damos cuenta!, ¡otras veces no!. A veces programamos esto de “bueno, hoy voy a anunciar el evangelio en tal lugar”. Y otras veces lo vamos haciendo según lo que el corazón nos va dictando, o según la gracia de Dios no va haciendo.

Que alegría por la tarde, por un lado pensar, “he cumplido”, por así decirlo, hemos hecho más que cumplir con nuestro deber ¿no?. O como dice el texto: “no hemos hechos nada más que cumplir con nuestro deber”. Sin embargo, fíjese el Señor, más adelante a los servidores, les va a llamar amigos ¿por qué? Porque esta tarea encomendada, es tarea que encomienda, “nos encomienda” Jesús a aquellos que somos sus amigos, aquello que ama, aquello que quiere. Allí entonces, nuestra tarea cobra mucho más, es más, aquí en la parábola que cuenta Jesús, el servidor no se sienta con su señor a comer en la mesa mientras que el mismo Jesús va a sentarnos a su mesa. En la Eucaristía, todos los Domingos, en cada momento, Jesús se sienta con nosotros a nuestra mesa. Nos invita permanentemente. Por eso la tarea encomendada a nosotros los discípulos de Jesús es más que la de ser servidores, y es más que “un deber”. Porque Dios nos devuelve altamente, y es Él, quien en realidad nos sigue permanentemente en la vida. Priorizar cómo son nuestras actitudes en este “anunciar a Jesús”, ¡Vivir el discipulado de Jesús! Y reconocer cada tarde la alegría de haber anunciado el evangelio, la alegría de haber vivido los valores del evangelio, la alegría de ser cada día discípulo de Jesús.

El Señor, acá nos invitará a su mesa. No nos dejará comiendo aparte, sino que lo puedo vivirlo cada día, porque, en realidad cuando cumplo con mi deber, en realidad, fijense, cuando nosotros nos detenemos y lo pensamos y lo rezamos, lo reflexionamos, tenemos mucha alegría y mucha más paz en el corazón. Quiere decir que ese servicio, ha sido devuelto por la gracia de Dios, por la bondad de Dios, mucho más, mucho más que simplemente no pagará por un servicio que hacemos. ¡El Señor me invita por amistad! A anunciar el evangelio, a vivir, según el evangelio. Nosotros, seamos agradecidos de que el Señor en su amistad nos de su corazón mismo tarea.