Martes 15 de Junio de 2021 – Evangelio según San Mateo 5,43-48

lunes, 14 de junio de
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Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

Palabra de Dios

P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca.

 

 

La Palabra de hoy nos despierta con una invitación un tanto complicada para cumplir porque es la parte del evangelio que muchas veces vos y yo queremos saltear, o más nos gustaría omitir, ¿no? Ayer el señor nos pedía no devolver mal por mal, y hoy va a dar un paso más incluso para que nos parezcamos cada vez más a Él, para que seamos cada vez más semejantes a Él. Hoy el señor nos invita a amar a nuestros enemigos, a rezar por nuestros perseguidores, a descubrir que la verdadera alegría está en el amor desinteresado y gratuito. Por eso te invito a meditar algunos puntos:

En primer lugar, amar a los enemigos. Es una frase muy bonita pero que la realidad nos muestra que no terminamos de sumir en serio. Es un amor más grande que amar solamente que te cae bien, es identificarte con el amor de Dios en tu vida. Claro, ser cristianos implica un cambio de mentalidad, supone una conversión. Una conversión que te va a costar mucho, pero que se da con la gracia de Dios. Lo que te pide Jesús es que cada mes te parezcas más a Él: hacer el bien, rezar y amar a ese que te complica la vida, a tu enemigo. Aunque vos digas “yo no tengo enemigos”, hay muchas veces que, por dentro (porque la procesión va por dentro), vas generando conflicto, vas generando desunión, vas generando rencor en tu corazón. Si solamente somos capaces de amar a los que nos aman, estamos atados a amar a aquellos que nos hacen algo bueno. Pero Dios te quiere libre, no limitado. Amamos no porque los otros se lo merezcan, escúchame bien, no porque los otros se lo merezcan, sino porque Dios nos amó primero. Amamos porque nos desborda el amor de Jesús y lo queremos transmitir, queremos que el otro viva lo mismo que nosotros. Otro tema es que no quieras hacerlo, eh. Pero la capacidad la tenés por el bautismo. El amor no es algo abstracto, nos invita siempre a ir a lo concreto, volver a la persona. Jesús nunca te va a pedir nada que no puedas hacer, pero hay que aprender a aprender. Sí, escuchaste bien: aprender a aprender a amar. Va de a poco, pero tenés que empezar con algo, con un gesto concreto por lo menos. ¿Cuál va a ser el gesto concreto de amor a la persona que tenés al lado, a ese que te complica la vda, a ese que te complica la existencia? ¿Por dónde vas a empezar?

En segundo lugar, no calcules. El Señor dice: “si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen?”. Estamos en una sociedad que nos quiere hacer comer el verso de la “meritocracia”, ¿no? Y a veces nosotros también entramos en eso. Es difícil entender esto que nos dice Señor, pero es así: el amor es gratuito, no hiciste nada para que Dios te ame, más que seguir hijo, ser hija. Y podemos caer en la tentación de pensar por dentro: “bueno qué gano yo con amar a esta persona, qué gano yo con hacer el bien siempre, qué gano con esta actitud buena o qué me vas a dar o qué puedo tener”. Incluso con Dios podemos caer en esto y querer negociar con Él: “bueno, yo actúo bien si vos, Señor, me cumplís esto otro”. Pero, no. Esa es una actitud bastante egoísta a decir verdad. Buscá cambiar tu vida en serio con hechos concretos. Cuando hacés el bien, ¿buscás el bien del otro o solamente estás buscando tu propio bien? Es un buen momento para revisar el corazón, la conciencia y ver por qué actuamos como actuamos. Revisá tu motivación.

Por último, rogá por el otro. Amar es un proceso, no se hace de un día para el otro, y eso lo sabemos. Pero empieza con una decisión y con la gracia de Dios abriendo el corazón. Acordate que lo más difícil no es perdonar, sino querer perdonar. Y esa es ya una gracia que comienza con la oración. No es imposible. De la idea de vencer a dejar la mala gana de lado; de la idea de “quiero superar esta complicación” a dejar de lado la fiaca y encomendarse al Señor. No quieras hablar mucho en la oración, aprendé a decir solamente el nombre de esa persona. El Señor sabe. Nombrá a ese que todavía te cuesta amar delante de Jesús y vas a ver cómo Él te va a ir cambiando el corazón y la mirada. Empezá por algo bien concreto: rezá por esa persona que todavía no perdonaste. ¿Y sabés qué es lo gracioso? Que seguramente, mientras escuchás esto, estás rezando por esa persona. Rezá por esa persona que te complica, que te cuesta tolerar y pensá cómo estás amando. Ofrecéselo al Señor y dejá que Él sea Él.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.