Martes 1º de Octubre del 2019 – Evangelio según San Lucas 9,51-56

lunes, 30 de septiembre de
image_pdfimage_print

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?”.

Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

 

Palabra de Dios

 

Monseñor Ricardo Seirutti obispo auxiliar de Córdoba y delegado episcopal para la Pastoral de Juventud

 

Hola querida audiencia de Radio María, este Martes 1 de Octubre, el texto propuesto deLucas 9, nos cuenta esta escena en que Jesús envía, mientras sube a Jerusalén, mensajeros delante de Él. Van a Samaría donde lo reciben entonces Santiago y Juan.  Estos discípulos tan pasionales, cuando ven que no lo quieren recibir “se enojan y le piden a Jesús “hacer caer fuego del cielo para consumirlos”. Pero Jesús, dice, se dio vuelta, los reprendió, los retó a ellos y se fueron a otro pueblo.

La misión, así es la misión ¿no? Dos cositas para tener en cuenta hoy:

Por un lado, hoy es el día de Santa Teresita del niño Jesús, virgen y Doctora de la Iglesia, que está declarada Patrona de las misiones. Una consagrada contemplativa, patrona de las misiones, su oración dio y sigue dando fortaleza a los misioneros, desde su lugar de contemplación cotidiano.

Por otro lado, fíjense, hoy, 1 de Octubre, comenzamos el Octubre misionero. Esta propuesta del santo Padre, de ponernos toda la Iglesia, en particular, este mes, de misión. La Iglesia es misión. La Iglesia es misión en lo cotidiano, en lo de todos los días, en el anuncio que hacemos cuando vamos a nuestra clase, cuando estamos en el trabajo, si vamos a comprar la verdura o vamos a visitar a alguien. La Iglesia, el discípulo misionero, está siempre en misión.

Pero por otro lado también la Iglesia se pone en misión, programática. Nuestras misiones juveniles de fin de año, la parroquias misionando, a veces en su misma parroquia, a veces en otros lugares o en otros pueblos. Porque la Iglesia es una comunidad que anuncia, entonces todo su pensar, su querer, su deseo, es la misión, anunciar a Jesucristo y anunciar el Kerigma. La Iglesia es esa comunidad que cuenta permanentemente, relata a los demás, que Cristo está vivo, está presente y resucitado entre nosotros, para que otros lo descubran y lo amen como nosotros lo amamos. Eso es lo que quiere la Iglesia, eso lo que quiere de cada uno de nosotros.

Uniéndolo al texto del evangelio de hoy, fíjense: “enviar mensajeros”. Nos suena mucho esto en el corazón de cada uno. Somos bautizados y por eso somos enviados, ¿no? No hay distinción. Podríamos decir, “somos enviados porque hemos sido bautizados y somos bautizados para ser enviados”. En el mismo momento, es el mismo acto del bautismo en que yo recibo la misión de anunciar a Jesucristo.

Estos dos discípulos misioneros, Santiago y Juan no son recibidos. Nosotros sabemos por la lectura de los 4 evangelios que en otros momentos si Samaría va a recibir a misioneros, va a recibir a Jesús. Recordemos el texto de Juan con la samaritana, ahí en el pozo, donde Jesús sentado en el pozo le pide agua, la recibe y ella recibe el evangelio. Pero este no es el momento de los samaritano todavía. Jesús descubre esto, los discípulos se enojan.

Cuando nos enoja, aveces, cuando anunciamos a Jesús y no es recibido bien el anuncio, el Kerigma. Acá valdría la pena decir que no somos proselitistas. Anunciamos y cada uno de los que reciben el anuncio puede tener diferentes criterios, puede que no sean sus tiempos todavía… los tiempos del corazón los regula Dios Padre y Él sabe en qué momento podemos recibir el anuncio. Sin embargo, nosotros no debemos dejar de anunciar.

Jesús dice que los reprendió y se dio vuelta y siguió hacia otro pueblo. Esta es la misión que no debe descansar. Permanentemente hay que seguir anunciando. Ya volverán por Samaría, ya volveremos nosotros con aquellos que a veces no quieren escucharnos. Ser respetuoso del otro, es parte de la misión y no misiono bien si no respeto el corazón del otro, si no estoy atento a sus tiempos. Y esto no debe enojarme. Todo lo contrario. Como Jesús, darnos vuelta y seguir hacia otro pueblo ¿no? y “quizás” en el corazón se me mostrará cuándo tengo que volver a anunciar en cada corazón, en cada pueblo, en cada lugar. No siempre los tiempos son iguales entre nosotros los seres humanos y los discípulos misioneros, debemos descubrir esto: el respeto del otro, el cariño por el otro. Esa es la verdad del anuncio. Si quiero anunciar a Jesús hacerlo con el corazón de Jesús mismo. Jesús es manso, es humilde y así anuncia la verdad que nos trae desde el Padre Enamorémonos de la misión, si nos enamoramos de la misión, el anuncio, seguramente todas estas cosas no van a salir bien por qué Jesús las quiere.