“El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». Y las mujeres recordaron sus palabras”.
Hoy, 2 de noviembre, junto con toda la Iglesia, celebramos la conmemoración de todos los fieles difuntos. Y casi como una continuación de la fiesta de ayer, de todos los santos, hoy queremos recordar a los que ya han partido. Esos rostros, esas personas que han caminado con nosotros en este peregrinar y que ya cumplieron en su paso por este mundo. Es un día especial, es un día de sentimientos encontrados también, pero es un día para vos, para acordarte de los que amás y te han amado, esos que tanto bien te han hecho y que seguramente extrañás. Vos sabrás cómo está tu corazón respecto a esto. Algunos tendrán ya sus duelos elaborados, otros a lo mejor todavía no se animaron a empezarlos, otros atravesándolos. Incluso, aquel o aquella que está dolido, dolida. Pero me animo a decirte que, si llegó esta reflexión a vos en este día es porque hay una Buena Noticia, es porque Dios te quiere abrazar y hacerte recordar que esto no se termina acá. Y eso es lo que hace la fe, sostenernos para descubrir en la santa perseverancia que no es un “hasta nunca”, sino un “hasta luego”. El cielo es el lugar donde nos encontramos con Dios, pero también donde nos reencontramos como familia. Hoy no es un día oscuro, de angustia, de tristeza, de desesperación. Hoy es un día de esperanza. Incluso cuando se te escapa una lágrima, incluso con preguntas en tu corazón, hoy la Palabra te invita a parar un poco y poner todo en manos de Dios. No es caer en la angustia sino dejar que Jesús consuele. Es recordar con memoria agradecida por aquellos que pasaron por tu vida con fe y esperanza y aprender a dar gracias porque Dios los cruzó en el camino, porque tu vida cambió con ellos. Hay una promesa que nos hace el Señor, el creer en la resurrección de la carne. ¿Cómo vas a vivir este día? Dejá que todo lo que tenés en el corazón salga y entregale eso a Jesús. Hoy es un día para rezar, para ir a misa, para acercarse a la reconciliación, para hacer el rosario. Todo esto con ellos y por ellos. Vos, desde acá, podés hacer mucho por tus difuntos. Pedí por su eterno descanso.
En el Evangelio de hoy, Lucas Lc 24, del 1 al 8, se nos invita a no buscar entre los muertos al que vive. Encontramos esta promesa tan grande que deja Jesús, lo que nos espera para la vida que sigue después de este mundo. La realidad de la muerte, que para nosotros, los cristianos, está iluminada por la Resurrección de Cristo, y para renovar nuestra fe en la vida eterna. Acordate que seremos juzgados en el amor y eso es lo que Dios nos va a preguntar: ¿amaste en tu vida o no amaste? Esa es la misericordia de Dios, la capacidad de dejarnos amar y ser amados por Él, de amar y ser amados. ¿Cuántas veces pensamos que a Dios hay que cumplirle? Nada de eso, no es para tener miedo, sino para volver ese amor algo concreto: amar a Dios amando a sus hermanos. Para el que no cree, la muerte es un fin; para el que cree, la muerte es un paso más en la comunión de los santos. Esto no se termina acá, el cielo es un eterno encuentro. Todo va a pasar, menos estar en el amor de Dios. El “mientras tanto” puede doler, sí. Pero sabemos a dónde vamos.
Cada domingo reafirmamos esta verdad al recitar el Credo. Y al rezar con afecto y amor por nuestros difuntos, se nos invita, una vez más, a renovar con valentía y con fuerza nuestra fe en la vida eterna, más aún, a vivir con esta gran esperanza y testimoniarla al mundo: esto no se termina acá.
Te dejo para meditar y rezar la oración colecta que se hace al comienzo de la misa de hoy: Dios nuestro, escucha con bondad nuestros ruegos, para que, al crecer nuestra fe en tu Hijo resucitado de entre los muertos, se afiance también nuestra esperanza en la resurrección de tus hijos difuntos. Animate a reconocer una esperanza: esto no se termina acá. Ese abrazo va a llegar. Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.