Martes 21 de Junio de 2022 – Evangelio según San Mateo 7,6.12-14

lunes, 13 de junio de
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No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos. Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.

 

 

 

 

Palabra de Dios

P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

 

El Evangelio de hoy es bien concreto. Jesús nos invita a saber discernir cuál es el camino que tenemos que seguir para encontrarnos con Dios, para encontrarnos con su Palabra, para llenarnos de su presencia, para descubrir un sentido en nuestra vida, para encontrar la plenitud, la felicidad. En definitiva, ese es el camino del discípulo, aquel que busca seguir el buen camino. Y entonces te propongo algunas ideas para meditar:

En primer lugar, hacer sagrado a lo cotidiano. Muchas veces vemos que invertimos grandes esfuerzos, mucho tiempo, muchas cosas que a veces no valen la pena y que, en definitiva, nos van dejando cada vez más vacíos o, por lo menos, nos dan inquietud o nos quitan la paz, o nos hacen relacionarnos con los demás de manera poco clara o mal. Yo creo que el discernir pasa por ahí, por ver a qué le estoy dedicando más y qué me queda después de eso. Acordate que hay cosas más importantes que otras. No es sano descubrir que lo normal en tu vida sea estar en crisis porque, claro, cuando no tenemos en el centro a Dios, vivo en crisis, sin horizonte y todo me afecta el doble: una pelea o una discusión, un examen desaprobado, una tesis que me lleva más tiempo del que pensaba, un problema de trabajo, una enfermedad, un problema matrimonial, un tema económico. Claro, si no tengo a Dios en el centro, llegue lo que llegue, me voy a desestabilizar. Por eso preguntate cuáles son tus perlas, tus dones, tus capacidades; qué es lo que Dios te ha regalado y dónde estás invirtiendo todo eso. Hace todo lo que tenés que hacer, pero no te olvides de encomendarle tus tareas a Dios, eso es consagrar tu día consagra tu vida a Dios: lo bueno y lo malo, las angustias y las alegrías.

En segundo lugar, hacer bien. El señor dice todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, hágalo primero por ellos ustedes mismos. Qué poder de síntesis que tiene Jesús para condensar en una sola frase toda la escritura, la famosa “regla de oro”. Pero para el Señor no alcanza con que no hagamos a los demás lo que no nos gustaría que nos hagan, Él nos invita a ver en clave positiva: a hacer el bien, a tratar al otro como nosotros queremos ser tratados. Acordate, cuando te olvidás de tu interés personal encontrás la felicidad. ¿Estás exigiendo más de lo que das? Bueno, tratá como querés que te traten, no exijas lo que no das, amá, donate, ofrecete a los demás y no seas mezquino, no seas egoísta, no seas calculador, calculadora. Pensá siempre que el otro es Jesús.

Por último, encontrá el camino. El señor habla de entrar por la puerta estrecha, una puerta que no se atraviesa así nomás, que te conduce a la presencia del Reino de Dios. Es verdad, hoy Jesús te pide que te animes a dejar en la entrada todo aquello que te pesa o que te ata. ¿Cuántos apegos podemos tener que nos impiden acercarnos a Dios plenamente? Y la clave es saber aprender y a ver el camino y por dónde va tu vida. Si le pedís a Dios que te lo muestre, no tengas miedo, eh. Acordate que tu gps espiritual es el mismo Jesús. No tengas miedo del camino, tené miedo de dejar de caminar, de estancarte, de quedarte en el molde. Van a estar esos momentos difíciles que duelen, que raspan, pero también va a aparecer el consuelo de Dios. No te olvides: si cuesta, vale. Dejate acompañar por Jesús, por María y por esas personas que también son instrumento de Dios para señalarte el camino.

Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.