¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
Cuando uno se olvida de la ternura y de la misericordia de Dios, porque a vos y a mí eso nos puede pasar alguna vez, cae en la hipocresía que Jesús tanto quería corregir, ese fariseísmo del cumplimiento por el cumplimiento. Es lo que le pasaba a los escribas y fariseos: querían acercarse a Dios, pero eso los llevaba a creerse mejores que los demás. Es lo que Jesús les reprocha, que se olvidan de lo esencial, de la justicia, de la misericordia, de la fidelidad. Bueno, te dejo esas mismas tres palabras que el Señor nos comparte hoy como puntos para meditar:
En primer lugar, vivir en la justicia. Justicia es darle a cada cual lo que le corresponde y, dicho de otra manera, llevado al día a día, podemos ordenar con la justicia las prioridades de nuestra vida. Qué difícil es esto, ¿no? Poner lo verdaderamente importante en el lugar que le corresponde. Si vos estás sabiendo ordenarte exteriormente pero, sobre todo, interiormente. A veces caemos en distracciones, en poner delante cosas que no son tan esenciales. A veces nos complicamos la vida, ¿no? Si tuvieras entonces que hacer una lista de prioridades en tu día a día, ¿dónde quedaría a Dios, en qué lugar quedaría el amor al prójimo, dónde quedaría el amor propio? Entonces dejá que el Señor te ayude a discernir lo que te conviene de tu andar cotidiano y tómate un tiempo para escuchar esa voluntad y esa palabra.
En segundo lugar, practicá la misericordia. El Señor es duro en sus palabras, sí. Es cierto, es duro con las palabras que usa con los fariseos y los escribas. Les dice: “guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello”. Es la falta de misericordia, poner la lupa en cosas pequeñas. Las cosas pequeñas que hacen los demás y olvidarse de las que hace uno. Entonces, ser misericordiosos es descubrir que para juzgar está Jesús y ni él lo hace. ¿Para qué te vas a complicar, para qué te vas a poner a jugar lo que hacen o dejan de hacer los demás? Quizás este sea un buen punto de partida porque, a lo mejor, vos te dejás pasar todo y caés en el famoso “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”. Ni juzgar a los demás, ni juzgarte vos. Pero tampoco dejar pasar todo. Poner todo más bien en las manos de Dios. No caigas en hipocresía, preguntate: ¿estás viviendo la misericordia, estás siendo ordenado interiormente, estás jugando o estás perdonando?
Por último, la fidelidad. Fidelidad a la voluntad de Dios, a lo que hace que hagas una cosa y no otra. Motivación es fidelidad a la misericordia que Dios te tiene, al llamado que el Señor te hizo a la vocación. Dios es fiel. Vivir en fidelidad no es no caer nunca, es más bien saberse levantado y sostenido a pesar de los tropiezos. Limpiá y dejá que Dios te limpie. Solo vos sabés de tus errores, de tus miserias, de tus limitaciones, pero también el Señor los conoce. Podés engañar a cualquiera pero no a Jesús. Él te conoce y te quiere renovar, te quiere dar una vida nueva. Pediles la gracia al Señor y, si podés, acercate a la reconciliación. De escuchar y de seguir la voluntad de Dios, de eso se trata todo.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios que es padre hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.