Martes 27 de Diciembre de 2022 – Evangelio según San Juan 20,2-8

miércoles, 21 de diciembre de
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El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

Palabra de Dios

Padre Matías Burgui | Sacerdote de la Diócesis de Bahía Blanca

Seguimos en la octava de Navidad y la Iglesia nos va proponiendo para meditar y reflexionar algunas imágenes de santos. Son íconos que nos van ayudando a profundizar en el sentido de la Navidad, por eso hoy celebramos la fiesta de San Juan Apóstol. Juna es según la tradición, el discípulo amado, el más joven, aquel que nos ha hablado con más sencillez, con más ternura, del Señor, del amor que Él le tenia a los discípulos y en definitiva a nosotros porque también nosotros somos discípulos amados.

En el evangelio de hoy compartimos el relato de los primeros momentos luego de la resurrección. Hoy te invito a imaginar el desconcierto, la tristeza, la amargura, que estaban viviendo los discípulos después de la muerte de Jesús. Y particularmente detenernos en Juan, que junto con la Virgen y las otras mujeres, había estado al pie de la cruz hasta la muerte de Jesús, hasta ver como el soldado romano iba atravesando con su lanza el corazón del Señor.

Y de pronto llega el anuncio de María Magdalena, “no está el señor en el sepulcro, se lo han llevado”. Un anuncio que desconcertaba, porque a los discípulos les costaba creer aquello de la resurrección. Lo habían escuchado de parte de Jesús pero les costaba creer. Y frente al anuncio de Maria Magdalena salen corriendo, Pedro y Juan. Corren los dos, pero Juan corre más rápido dice la Palabra, quizás porque era más joven o quizás también porque en ese correr rápido se manifestaba la ansiedad, la impaciencia del amor de Juan. Y cuando llega Juan muestra lo que había contado María Magdalena pero no entra, lo deja entrar a Pedro, como esperándolo, como dejándole prioridad al primero de los discípulos. Primero entra Pedro, luego entra Juan.

La experiencia de Pedro, según relata la palabra, da la impresión de que es menos profunda, es una constatación, “vio que todo lo que había relatado MM era así, se lo han llevado”. Pero la experiencia de Juan es más profunda, porque dice que el discípulo amada, entró, vio y creyó.

Son esas palabras fundamentales para la vida de Juan y también para la nuestra. Vio los signos de la resurrección, creyó en la resurrección de Jesús, que marca el triunfo de Dios que en Jesús llega la salvación. Que la muerte no tiene la última palabra.

Juan vio y creyó.

Por eso me parece que esta escena nos deja algo importante. ¿Por qué puede Juan ver y creer? Porque amaba, no es que Pedro no amaba, pero Juan  amaba de una manera profunda, más verdadera. No tan racional quizás.

El amor es lo que l amor es lo que nos capacita a abrir los ojos, a creer en los signos.

Cuántas veces hemos escuchado que el amor nos hace ciegos. Todo lo contrario. No somos ciegos, nos ayuda el amor a ver todo, pero con otra sensibilidad. Como lo vivió Juan.

Un amor que nos capacita, que nos invita a confiar, a creer. A creer para comprender con una luz superior, que es la luz de la fe. Esa es la uz que no se va, es la Una luz que no quita el misterio, que nos deja envueltos en paz, en esperanza, en gozo, aunque hay coas que no entendemos. Ese gozo que no terminamos de entender, porque en definitiva el mensaje último es contemplar

Que bueno sentones poder creer en los signos de Dios. Que sería bueno pedirle al Señor que nos aumente la fe para descubrir su presencia en nuestra vida

Pedirle al señor ver y creer, no como una señal, como una prueba, sino como una respuesta a búsqueda de tu corazón.

Qué lindo que al terminar el año podamos pensar en esas cosas fundamentales y reavivar nuestra fe en Jesús, que por nosotros se hace hombre, que por nosotros da la vida, que por nosotros resucita para que tengamos vida y vida en abundancia

Pedile al Señor creer y que te aumente la fe. Pensá en esto y pedile esta gracia para el año que va a comenzar.

Que san Juan interceda por vos y que la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre.

Amén.