En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!”.
En el Evangelio de este martes de la primera semana de Adviento, vemos una alabanza al Padre: el Señor que se estremece de gozo, se estremece de alegría, porque la Buena Noticia le llega a los pequeños. Entonces, en cada palabra, en cada Evangelio, es el mismo Jesús quien a vos y a mí nos sale al encuentro. Por eso es tan lindo meditar lo que el Espíritu Santo nos va susurrando, nos va sugiriendo cada día y pedir la docilidad posibilidad para poder escuchar con la mente y con el corazón lo que Dios nos quiere decir. Acordate que la clave para este tiempo es la espera y el grito, el pedido que la Iglesia hace: “¡ven señor Jesús!”. Es lindo poder también llevarlo a nuestra vida.
Lo primero que te invito a pensar hoy es purificar la mirada, purificar el corazón. El Adviento es un tiempo fuerte, es un tiempo intenso, es un tiempo de conversión, pero fundamentalmente es un tiempo de esperanza. Vos fíjate que justo coincide con la última parte del año civil y nos agarra generalmente con todo el cansancio y el acelere. Es casi una paradoja: venimos cansados, pero también acelerados. Una combinación explosiva que muchas veces no nos deja aprovechar bien este adviento, aprovechar bien este tiempo y, cuando nos queremos acordar, ya estamos en Navidad. Por eso la propuesta del Adviento es que dejes de vivir las semanas como días, los días como horas, las horas como minutos y que pares un poco para preparar tu vida espiritual, tu corazón, tu mirada, tu relación con Dios, tu relación con los demás. Eso es de lo que se alegra el Señor, de que la Buena Noticia quiere llegar a vos. Pero, para que vos la puedas asimilar, hacer carne y llevarla a tu vida, te tenés que ser pequeño, te tenés que hacer sencillo. Por eso no hay que complicarse tanto, sino más bien aprender a confiar en Dios.
En segundo lugar, pedí la sencillez. vos fijate que, animados, con la cabeza en alto, con alegría empezamos este Adviento. Y queremos comenzar este camino esperando la venida del Salvador, queriendo buscar y reconocer a Jesús en cada acontecimiento de nuestra vida. A veces durante el año dejamos que esa mirada se vaya diluyendo y las preocupaciones como que nos van comiendo, ¿no? Por eso queremos encontrar al Señor, queremos ir, en definitiva, a lo esencial, a lo más importante, que es Jesús, ¡es eso es lo más importante! Creo que un buen propósito para cada semana del Adviento puede ser pedir una gracia especial y. la de esta semana. quizás podría ser pedir la sencillez, el poder parar un poco para disfrutar de lo que está pasando en mi vida, para que no me coma el problema, la situación complicada sino más bien poder regocijarme en el Señor. Que el Adviento sea también un retiro espiritual para vos y para mí, ¿no? Y poder hacerlo también una oración al Evangelio, a la Palabra. Poder decir: “Bueno, Señor, regalame un espíritu puro, un espíritu tranquilo, un espíritu manso. Regalame tu espíritu para poder ver lo que los discípulos vieron, dame tu gracia, un corazón sencillo y humilde. Que pueda siempre abrir mi vida para que no me pases de largo, para que yo pueda reconocerte. Sabemos que vos, Señor, te alegrás por nosotros. Ayudanos a vivir esa alegría y a compartirla con los demás”. Por eso, propósito para hoy: preguntate de qué cosas o de qué situaciones hoy tenés motivos para alegrarte. Pensá y alegrate también con el Señor porque esa Buena Noticia también quiere llegar a tu vida y a la vida de los que tienes al lado.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.