Martes 30 de Junio del 2020 – Evangelio según San Mateo 8,23-27

lunes, 29 de junio de
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Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía.

Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: “¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!”.

El les respondió: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”. Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.

Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

 

 

Palabra de Dios

 

Monseñor Ricardo Seirutti obispo auxiliar de Córdoba y Delegado Episcopal para la Pastoral de Juventud Argentina

 

¡Querida audiencia de Radio María! ¡Que lindo el evangelio de hoy!. El santo padre en el día de la bendición Urbi et Orbi, también lo ha citado y es un texto realmente, que nos impacta el corazón. Jesús que sube a la barca con los discípulos y se desata una fuerte tormenta y Jesús duerme en en el cabezal.

Los discípulos le gritan: “sálvanos, Señor que nos hundimos”. ¿Por qué tienen miedo? les dice Jesús: “hombres de poca fe”. Y  levantándose, discrepa al viento y el mar y sobrevino una gran calma, dice el texto.

Los hombres se decían entonces llenos de admiración: ¿quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen? y terminan reconociendo a Jesús.

¿Quién es este? se preguntan más allá de “lo que están viendo” ¿no? que es a Jesús. ¿Que más que Él, que Cristo? .¿Quién es “este”? ¿Quién es?.

¡Es Jesús! El Señor, que es capaz de despertar y salvarnos, ¡SIEMPRE! ¿no? Es mucho más fuerte que cualquiera de nuestras tormentas. El Papa decía, que estamos todos en la misma barca, porque estamos viviendo esta tormenta terrible, todos juntos. Pero lo cierto es que también hay en mi vida personal, muchas tormentas, ¡muchas tormentas!

Los invito hoy, en este día, a pensar y a rezar, aquellas tormentas que están en mi corazón. También la de la pandemia, pero también veamos, aquellas que me asustan, que me dan ganas de gritarle al Señor: “Sálvanos, no dejes que esta tormenta nos ahogue“, ¡que haga que nos hundamos!. Y lo hagamos desde la fe, sabiendo que cualquier tormenta que haya en mi corazón, el Señor la puede calmar.

Por eso, pidámosle en este día “Señor, Señor, nos hundimos”. Queremos ser hombres y mujeres de fe. Queremos preguntarnos ¿Quién sos Señor, que sos capaz de calmar cualquiera de mis tormentas?