Jesús, Maestro y Señor, Hermano y Amigo… Vos que conoces todo, conocías que pasaba por el corazón de tus discipulos la noche de la traición. Te estremecías al hablarles porque tú corazón cargaba con todo lo que iba a suceder… Nada se te escapa. Y a mí, también me conoces desde siempre. ¡Desde antes de estar en el vientre de mí madre!
Conoces mi vida y mí misión. Conoces mí corazon, mis capacidades, mis posibilidades… Y también mis penas y mis límites.
Te agradezco, porque jamás te frenaron para seguir llamándome. Como tampoco fueron impedimento para seguir llamando a Pedro, con sus negaciones, a Judas, con su traición, y a todos tus amigos, que en el momento final, el momento de la cruz, no pudieron continuar.
Más allá de todo vos siempre te diste entero, siempre compartiste tu corazón. No te guardaste nada. Te nos regalás en intimidad, y nos hacés parte de ella. Sabés que a nosotros nos cuesta entenderte, que nos cuesta seguirte el hilo, pero nunca frenas, siempre te nos das.
Ayúdanos a seguir creciendo, a seguir eligiendote, aún en los momentos claves y difíciles. Que nuestra pobrezas, debilidades, miedos y caídas no nos detengan la marcha. Que nuestras noches oscuras aunque nos frenen, aunque manifiesten nuestro pequeño corazón jamás nos impedimenten volver a levantarnos. Porque siempre sale el sol. Desde que vos por amor seguiste esa noche de traición y de abandono, más allá de todo, siempre sale el sol.
Gracias por tu paciencia y por tu misericordia, son ellas las que nos dan el tiempo y nos permiten convertirnos, crecer, decidirnos a atravesar también nosotros nuestro tiempo en la cruz, aunque a veces necesitamos varias caídas y rechazos para poder animarnos. Animarnos a rompernos y renacer, y así comprender lo que nos venías diciendo en el camino.
Gracias por tu fidelidad, por apostar por nosotros y aún cuando no respondemos, igual entregarte.
Cuando no entendamos, cuando no podamos, que el amor que no parás de derramar nos despierte y reanime…
Quizá algún día por tu gracia podamos crecer, y ya no negarte, ya no partir.
Quizá tengamos la fuerza para estar como tú discípulo amado, junto a la cruz.
Quizá algún día podamos del todo asumir y abrazar la cruz y con ella la muerte, y así participar de tu resurrección.
Quizá, con tu gracia y tu fidelidad, podamos ser verdaderos amigos, y nosotros también dar la vida por Vos.
Seguro, con tu amor, que nos da oportunidades y en el camino nos transforma, podremos hacerlo.