Me dejo encontrar, te dejo habitar

jueves, 14 de julio de

No te sigo porque me consueles, ni te sigo por mis propias fuerzas, ni por capacidades propias o mérito. No te sigo por lo que me des, ni por la alegría ni por la paz. Te sigo porque te amo, te sigo porque en Vos soy amada y decir esto es afirmar que en mis noches tu amor se revela en igual medida aunque de distinto modo.

Qué diferente sería si en lugar de querer cambiar lo que es (mi profunda debilidad, mi no poder elegir lo que quiero) pudiera mantenerme de rodillas dejándome abrazar y dejar que tu confianza me vaya habitando y sentir que a medida que esto sucede el miedo se va achicando hasta ser ínfimo, hasta no ser, hasta que todo es confianza, es decir, hasta que todo en mí es amor.  Amada en mi debilidad, abrazaré lo que es, lo que soy. Te amaré, confiaré en tu poder, en tu gracia, en tus tiempos, en tu mirar, en tu hacer, en tus modos, en tu Misterio.

 

Si pudiera descentrarme cada vez que el miedo me habita y me hace creer que soy yo y son mis fuerzas las que deben responder a tu propuesta o es mi voluntad la que moverá mis pies para dar los pasos que vos me invitás… Si pudiera descentrarme, achicarme, desaparecer y dejarte ser Dios, es decir, Obrador, descubriría que en Ti todo está llamado a ser, que no hay resistencias en el Amor, que Vos todo lo podés, que tu Misterio solo necesita espacio para ser y donde hay ‘yo’ no hay sitio para Vos. Descubriría, Jesús, la vida en plenitud en las noches de la cruz y mansamente rezaría en mi Getsemaní.  En mis tiempos de dolor, miedo y soledad sabría que me estás sosteniendo y guiando, que no hay error alguno en este romperme, en este contemplar mi pequeñez porque así te veo, porque así te dejo ser, porque así me descentro, me achico, crezco, confío, me dejo Encontrar, te dejo habitar.