Me salvás, Señor, de pensar solo en mí Me salvás de asfixiarme en un inmenso ‘yo’ Me salvás del egoísmo que se va calando en los huesos hasta matarnos por dentro Me salvás de vivir para mí De soñar para mí De sufrir solo por mí De convertir el yo en epicentro de la vida De reducir la vida a un mísero yo
Me salvás de la queja que pesa en los hombros Me salvás de huir del dolor Llevo en alto las cicatrices de las heridas que tu amor sanó Me salvás del enojo y el rencor Me salvás de la desesperanza Me salvás de aspirar como meta a ‘tener’ Y que no me quite el sueño ni la paz la casa soñada, ni los miles de títulos a alcanzar, ni los tantos países por conocer, ni el éxito prefabricado vendido al por mayor Me salvás de ser una eterna insatisfecha Me salvás de correr Me salvás del miedo a fracasar
Me descentrás y me salvás Y descentrada veo a otros Y festejo otras alegrías Y sufro también con otros Y lloro por lo que a otros también les duele Y me siento viva Y me deslumbra lo simple Y me conmueve lo humano Y descentrada te dejo ser el centro Y todo es paz y plenitud Todo lo abarcás, todo lo colmás
Me salvás del vacío de solo ‘amarme’ a mí misma, de ser mi propio principio y fin Me salvás de vivir sin sentido me salvás y Vivo.
¿Cómo podré agradecer tanto bien recibido?
Solo puedo darme hasta gastarme, solo puedo responder con amor a tanto Amor recibido.
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