En los últimos meses y de manera muy frecuente, en los grupos de whatsapp de mi comunidad nos han empezado a llegar pedidos de oración por la salud de distintas personas, “hermano de”, “vecina de”, y cada vez esos rostros eran más claros, más cercanos y… el dolor de sus familias también. Algunos partes médicos llegaban y siempre el pedido insistente de oración.
Hubo un día en que me sentí un poco sobrepasada… todo el tiempo era leer malos pronósticos. Ese mismo día me encontré con algunas personas de mi comunidad, y todas expresaron que sentían lo mismo, pero a la vez, ahí en medio de nuestros desánimos comenzamos a animarnos, a recordarnos que Jesús es calma en medio de nuestras tormentas, que Jesús es esperanza en un contexto tan difícil, y que sobretodo Jesús es Dios pero también es hombre, experimentó los mismos sentimientos que nosotros y por ello nos entiende y sostiene.
En ese momento me acordé de la parte de una canción que dice “Mi cansancio que a otros descanse”, y… nunca pensé que los desánimos compartidos, a otros podían animar también.
La vida comunitaria es un gran regalo de Dios, donde él se manifiesta constantemente y nos recuerda que no vamos solos, que las alegrías al compartirlas se multiplican y que las tristezas al dividirlas pesan un poquito menos.
Y hablando de canciones, y en estos tiempos difíciles, te invito (mientras me invito a mi también) a en el medio de esta noche que vivimos, encendamos una luz en el nombre de Jesús. Para rezar, para charlar, para renovar la esperanza en su amor y para escuchar con atención cómo podemos llevar concretamente su rostro a nuestros hermanos.