Mi verdad ante Vos es que soy tan pobre para amar. De cara a tu entrega reconozco mis negligencias. El miedo habita en mí, petrifica los posibles pasos y me invita a resguardarme del dolor, y en definitiva, de la vida.
Soy tan pobre y tan amada.
Vos no te cansás de hablarme, de buscarme, de llamarme. Solo puedo agradecer tu insistencia para enseñarme a amar.
Maestro, ¿cómo haces? Enséñame a amar en libertad, a buscar el bien de quien amo con prudencia, con delicadeza y ternura. Señor, maestro, padre, amigo, impulsa mis pasos, que se encarne en mí tu valentía para amar.