Miércoles 01 de Diciembre de 2021 – Evangelio según San Mateo 15,29-37

lunes, 22 de noviembre de
image_pdfimage_print

Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó. Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó. La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel. Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino”. Los discípulos le dijeron: “¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?”. Jesús les dijo: “¿Cuántos panes tienen?”. Ellos respondieron: “Siete y unos pocos pescados”. El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo; después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.

Palabra de Dios

Padre Sebastian García Sacerdote de la Congregación Sagrado Corazón de Jesús

 

 

 

El evangelio de hoy es realmente revolucionario: Jesús, que es Maestro, Verdad y Vida, nos enseña lo más importante para cualquier comunidad humana, que es el misterio del compartir.

Jesús siente compasión por esa muchedumbre que tiene hambre y le pregunta a los discípulos cuánto tienen para comprar y darles de comer.

Esto desconcierta a los discípulos. Ellos, que sí tienen garantizado el pan cotidiano, se sorprenden frente al desafío de Jesús. La intención de los discípulos seguramente es la de asegurarse el pan ellos y despedir a la multitud, como insinuándole, que son ellos los que tienen que arreglárselas solos. Algo así como que cada uno por su propia cuenta se garantice el sustento.

Jesús reacciona frente a esto. Jesús no puede permitir que haya algunos que tengan garantizado el pan mientras otros pasan hambre. Por lo menos en la lógica del Reino esta actitud no tiene lugar.

Por eso el verdadero milagro de Jesús es que los panes y peces se multiplican no por arte de magia, sino por la conversión de corazones que se animan a compartir, no a dar de lo que les sobre sino a dar lo que tienen y lo que son: poner en común esos cinco panes de cebadas y esos dos peces abrió el corazón de muchos, que viéndolo y entendiendo el mensaje de Jesús tomaron conciencia que hay verdadera comunidad cuando se comparte y se pone en común que cuando se guarda mezquinamente para uno como queriéndose salvar la vida.

Quizás nosotros nos acostumbramos a creer en un Dios mago que tiene que solucionar como “gran mago” y por “arte de magia” los problemas de la humanidad.

De esa manera ocurre el milagro: no porque “caiga pan del cielo” todos podrán comer hasta saciarse, sino porque cada uno renuncia al pretendido derecho sobre su propio pan y sentándose en ronda, se anima a compartir.

Porque al final será más milagro un corazón que se destrabe y ablande, se conmueve por el otro, se deja encontrar por la Ternura y Misericordia de Jesús y entonces así comparte, que caiga pan del cielo mágicamente.

Iglesia que se arremanga, se embarra, se ensucia, se la juega por amor. Iglesia de Jesús, para ser creyentes, pero por sobre todas las cosas, ser creíbles.