Miércoles 03 de Agosto de 2022 – Evangelio según San Mateo 15,21-28

lunes, 1 de agosto de
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Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”. Jesús respondió: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”. Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”. Ella respondió: “¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”. Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!”. Y en ese momento su hija quedó curada.

 

Palabra del Señor

Padre Nico Ceballos | Sacerdote de la Arquidiócesis de Mendoza

 

 

 

La escena se abre con los gritos desgarradores de una madre sufriendo por el mal que acecha la vida de su pequeña hija. “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí!” ¡Qué hermosa oración! Que hermoso grito que sale de la realidad de un corazón que sufre y que encuentra en la persona de Jesús el lugar justo para que ese dolor sea sanación.

Nos llama muchísimo la atención que Jesús, caminando junto con sus discípulos no pone mucha atención al grito orante de esta mujer. Es más, sus discípulos se acercan para pedirle que por favor la atienda, que ya no soportan más esos alaridos incómodos. Pero Jesús no solo no la atiende, sino que pone a prueba su fe usando una comparación que parece bastante ofensiva: “No está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros”.

Sabemos que el Sagrado Corazón de Jesús es pura bondad y mansedumbre. Que en él no hay lugar ni para la ofensa ni para el racismo. Para también sabemos por experiencia que, en el corazón de los discípulos de Jesús, la cosa no funciona del todo igual. Jesús que conoce la fe que hay en el interior de la que tiene en frente junto con su necesidad, la pone a prueba porque sabe también hasta donde es capaz de llegar la confianza de esta mujer que no tiene nada que ver con el pueblo judío. Y es que Jesús la pone a prueba para mostrarle a sus discípulos que este Pan vivo bajado del Cielo es para todos los hombres sin importar raza, pueblo o nación.

En este Evangelio vemos un mensaje concreto contra el racismo y la separación sectorial. Jesús es para todos los hombres y mujeres, porque todos los hombres y mujeres experimentan el mal, fruto del pecado de Adán y Eva, los padres de la humanidad, como algo que poco a poco se mete y se apodera… como ese espíritu impuro que atormenta el corazón de su hija.

Una vez más el Evangelio nos hace pensar… ¿Cómo es mi relación con el que es distinto a mí? ¿Cómo es mi relación con el extranjero, con el pobre, con el que sufre? ¿Hay algo de racismo en mí? ¿Me creo superior a otros?

Que Jesús nos dé a todo el pan de su mesa. Y que, entre nosotros hermanos, podamos compartirlo con amor.