Miércoles 11 de Septiembre – Evangelio según San Lucas 6,20-26

martes, 10 de septiembre de
image_pdfimage_print

Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!

¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!

¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!

¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!

Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!

¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!

¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»

Palabra de Dios

 Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

En este 11 de septiembre, día del maestro, aprovechamos a saludar a todos los que viven esta profesión/vocación y tratamos de mirar a Jesús, el gran maestro de nuestra vida que, en el evangelio de hoy, Lucas 6, del 20 al 26, nos enseña a levantar la mirada. Vos fijate que lo que encontramos en nuestro corazón es un deseo profundo, cuando miramos dentro nuestro vemos un anhelo al que no podemos renunciar: la felicidad. La felicidad no es una cuestión que tenga que ver con el destino o con la suerte, es un llamado que Dios nos hace a todos y cada uno de nosotros. P

ara Jesús, que viene a traer la lógica del Reino de los cielos, hay una felicidad permanente que se puede empezar a vivir desde acá.  El Señor te propone un GPS espiritual para encontrarnos con la verdadera felicidad, la que solamente Él nos puede regalar. Meditemos algunas ideas.

En primer lugar, viví la Gracia de Dios. Mientras más nos metemos en esta aventura de confiar, creer en Dios y creerle a Dios, vamos descubriendo que Él camina con nosotros, que nos creó para amar y ser amados y que el sentido último de nuestro andar lo encontramos en Jesús. La gracia es un regalo de Dios, es Él mismo que se nos da para que nos encontremos con la felicidad. Felices ustedes, dice la Palabra. Felices los pobres, felices los que tienen hambre, felices los que lloran, bienaventurados, dichosos. Una felicidad que consiste en vivir en la presencia de Dios incluso en medio de las dificultades. Paradójicamente, quienes alcanzan la promesa de felicidad son los que, a los ojos del mundo, no la pasan bien. Los que tienen una cruz pesada, en el fondo, son los que son que más se parecen a Jesús. Por eso no hay que renegar de las cruces, no hay que renegar de lo que nos cuesta, de aquello que tenemos que soportar, sino que hay que abrazarse al Señor. Sea lo que sea, abrazate al Señor, por más que duela, abrazate al Señor, aunque estés cansado y tengas ganas de bajar los brazos, abrazate al Señor. Acordate que ser felices no implica no tener problemas, ya lo dice el evangelio de hoy. La felicidad más bien pasa por tener una certeza que no se mueve: Dios te ama y está con vos. Él no juega a las escondidas, y mucho menos le gusta hacerte sufrir. Que nunca te corran el eje de eso y animate a confiar en que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman.

En segundo lugar, perseverá. Es un desafío, pero hay que confiar en lo que dice san Pablo: “todo lo puedo en aquel que me conforta”. No caigas en el “yo sé todo, yo puedo todo”, dejate sostener por Jesús. De ahí vas a sacar las fuerzas en las dificultades. No cuelgues ante la primer complicación. Dios te promete paz y alegría, vos ya lo conocés, no te olvides. No es lo mismo vivir de memoria que vivir con Memoria. Pedile al Señor perseverar siempre.

Por último, serví. El Señor nos da la misión de anunciarlo. ¿Querés saber qué quiere Dios de vos? Que seas feliz ¿Cómo? Dejándolo entrar en tu vida. ¿Para qué? Para que esa plenitud la puedas compartir con los demás. Esa es la vocación de santidad que todos tenemos. Hoy Jesús te invita a lo mismo: anunciar con las palabras y con las obras. Es cierto, muchas veces te van a poner palos en la rueda, te van a criticar otras tantas, tal vez te quiten el saludo. Pero vos no sos el centro, el centro es Jesús. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.

Animate a salir de la indiferencia, a mirar a los demás con otros ojos, a ser solidario, a comprometerte, a compartir la cruz, a pedir ayuda. Es bueno esto, con humildad, abrir mi vida al otro para servir y saber mirar para el costado y que la cruz de mi hermano se aliviane un poco.

Acordate, el GPS espiritual: Gracia, Perseverancia y Servicio. Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.