Miércoles 12 de Junio del 2019 – Evangelio según San Mateo 5,17-19

martes, 11 de junio de
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Jesús dijo a sus discípulos: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.

El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»

 

Palabra de Dios

 


P. Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Comenzamos a transitar nuevamente el tiempo ordinario, un tiempo que se caracteriza por tener una espiritualidad que llama a vivir a Dios en lo cotidiano. Esa es la santidad, la posibilidad de vivir a Dios en cada paso que das, en cada situación. Por eso el Señor nos vuelve a recomendar cumplir los mandamientos. Él no viene a abolir la Ley, sino a darle plenitud. Compartimos en este miércoles, Mateo 5, del 17 al 19. Te invito a meditar algunas ideas porque, como siempre, el Evangelio hay que llevarlo a lo concreto:

En primer lugar, vencer la incomodidad. El mismo Jesús nos pone el horizonte del camino: cumplir los mandamientos. Es algo que sabemos que tenemos que hacer, pero que no siempre es fácil. Es verdad, nos cuesta, se nos complica seguir en esto al Señor. Y más cuando queremos caminar solos. Por eso necesitamos alguien que nos ayude a andar y que nos oriente un poco. Este alguien es Jesús, ni más ni menos. Pero no un Señor todopoderoso que se nos aparece con humo y luces, más bien es aquel que se nos hace presente en lo cotidiano de aquel que camina a nuestro lado. Por eso, hay que dejarse mirar y corregir. En la vida de fe se hace necesario vencer esos miedos a que nos señalen lo que hacemos mal, hay que vencer el orgullo de creer que nunca nos equivocamos. Animarse a tener docilidad y que mi hermano me diga las cosas, es cosa de valientes. Entonces, antes de cualquier sugerencia, lo primero es que asumas que es necesario que otro te vea, te observe con ánimo, con prolijidad, con caridad y te diga cosas que seguramente no quieras escuchar, cosas que no sabés que haces mal, cosas que creías que hacías bien y que pueden ser mucho mejor. Pero lo más importante es estar preparado y dispuesto para hacer algo al respecto, sino solo será un ejercicio de auto tortura innecesario e infructuoso.

Pedile al Señor docilidad y la gracia de aprender a aprender. Buscá alguien que además de observar bien, pueda ofrecerte un buen análisis, tenga empatía y te quiera acercar a Dios. Animate a preguntarle al otro cómo te ve y no tengas miedo. A no ser que seas un súper héroe autosuficiente y excepcionalmente bueno en todo lo que hacés, tomate un minuto para pensar y definir en qué querés y podés crecer como persona y buscá que Dios te acompañe en este proceso. Empezá a trabajar.

En segundo lugar, saber enseñar. Enseñar es una arte que requiere paciencia con los demás, y con uno mismo también. Por eso, lo primero que dice el Señor es que, si querés enseñar, lo primero es la coherencia del amor bien vivido. No es creerse mejores que los demás, sino ocuparse del otro, hacerse cargo del hermano y buscar caminar juntos. No tenés que tenerla clara para poder enseñar, sino más bien animarte a compartir tu vida, con tus alegrías y con tus tristezas, con tus defectos y con tus virtudes. Acordate que no hay santo sin pasado ni pecador sin futuro. Y que Dios, cuando estés cara a cara con Él, te va a preguntar qué hiciste por el bien de tu hermano.

Por último, la fidelidad a Dios. Esto de Jesús también aplica a la vida espiritual. Cuántas veces nos preguntamos por el cumplimento de los mandamientos y se nos cruza la idea de que, en este mundo, pareciera que a los que mejor les va, son los que hacen las cosas mal y los que sufren son los justos. Traducido: ¿qué gano cumpliendo los mandamientos? Bueno, ahora no vemos los frutos, pero Jesús nos promete algo grande: la vida eterna. Por eso levantá la mirada, no te quedes preocupado solamente por lo de acá. Empezá a pensar que Dios no te deja solo y que, lo que hoy no ves claro, Dios te lo va a iluminar cuando la situación oportuna. Pedile al Señor que te ayude a dar pasos de fe y a confiar en Él.

Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.