Miércoles 12 de Octubre de 2022 – Evangelio según San Lucas 11,42-46

lunes, 10 de octubre de
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«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!”. Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros». El le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»

 

 

 

Palabra de Dios

Padre Nico Ceballos | Sacerdote de la Arquidiócesis de Mendoza

 

 

Contemplamos en el evangelio un discurso de Jesús dirigido a los fariseos. Sabemos que estos eran una secta judía que estaba especialmente preocupados por el cumplimiento de las leyes rituales. Eran conocidos por su estricta observancia personal y por la exigencia que reclamaban a los demás judíos que tenían al lado. En los evangelios los encontramos siguiendo a Jesús, ya sea para ponerlo a prueba o para hacerle preguntas sobre la doctrina que el Hijo de Dios nos vino a rebelar. Hoy escuchamos este discurso de Jesús conocido como los “ayes”.

Lo primero que debemos decir es que los “ayes” de Jesús son la contracara de las bienaventuranzas. Son todo lo contrario. Cuando Jesús proclama las bienaventuranzas lo hace para abrir un camino de esperanza en aquellos que, por cuestiones, muchas veces injustas, viven en una situación de pobreza, dolor, persecución y marginalidad. En cambio, estos ayes quieren lograr que aquellos que los escuchen se sientan apretados y acorralados por el amor del Evangelio que reclama justicia y libertad. Son palabras fuertes que revelan la dureza del corazón de los fariseos y que de alguna manera hacen tambalear lo que ellos creen y su modo de obrar.

Los fariseos observando la ley de Moisés eran especialmente cuidadosos con el pago de los impuestos. Esos diezmos que entregaban al templo ofreciendo la décima parte de todas las cosechas y de todo lo que ganaban, pero sin darse cuenta que el Señor quería no solo una décima parte, sino el todo completo de lo que ellos eran. El tributo a Dios se debe hacer por medio de la entrega de la propia vida al amor radical que Dios nos tiene. No bastaron las palabras de Jesús que el mismo Señor entregó su vida por amor y con amor, para darnos el ejemplo a todos y la salvación esperada.

Mirando a los fariseos te invito a que nos miremos a nosotros mismos. Muchas veces tenemos actitudes farisaicas cuando, como dice el Evangelio de hoy, cargamos grandes pesos sobre los demás. Nos atrevemos a decir cómo deben ser o que deben hacer, como si nosotros supiéramos lo complejo de la historia de vida de cada uno. Tenemos una mirada corta y caemos en el fariseísmo cuando exigimos a los demás que vivan el estilo de vida que nosotros creemos es el que deben vivir. Por eso Ay de nosotros cristianos, cuando nos creemos perfectos frente a una sociedad tan compleja y herida. Ay de nosotros cristianos cuando nos paramos sobradores y remarcamos el error ajeno sin una gota de caridad. Ay de nosotros cristianos, cuando decimos amar mucho al Dios que no vemos y olvidamos preocuparnos y ocuparnos del hermano que vemos y tenemos al lado.

Que el evangelio de hoy nos lleve a todos a vivir la coherencia. Pidamos la unidad de vida propia de los Santos que se animaron a que todas sus palabras y obras hablen de la Buena Noticia de Jesús. Somos Bienaventurados por habernos encontrado la Palabra de Dios. Pero ay de nosotros si esa Palabra no se hace vida y carne. Que el Señor nos siga convirtiendo el corazón.