Miércoles 14 de Julio de 2021 – Evangelio según San Mateo 11,25-27.

miércoles, 7 de julio de
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Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.”

Palabra de Dios

Padre Sebastián García sacerdote de la Congregación del Sagrado Corazón de Betharram

 

 

 

Lindo texto el del evangelio de hoy que nos regala la liturgia de la Iglesia. Jesús lleno de gracia y de ternura, conmovido realmente exclama casi a los gritos. Y su clamor tiene como destinatario el Padre, al cual alaba y le agradece. Dos lindos modelos también de oración que podemos tener nosotros y no sólo pedir. Alabar y dar gracias quizás sean las claves para poder seguir viviendo en plenitud la gratuidad. Es un bello modelo de oración y de rezo auténtico: reconocer a Dios como Dios y ser agradecidos por cuanto hace y permite en nuestra vida e historia.

Y llama la atención que inmediatamente ponga el otro sujeto de su oración desnuda, que son los pequeños y sencillos. La comunidad que escribe el evangelio de Mateo no coloca nada al azar. Y podemos entrar más aún por esta clave de lectura: los que son agradables al Padre son pequeños y sencillos, los que no son agradables son los sabios y prudentes. De lo primero todo el texto de los cuatro evangelios es sentido patente. Dios se gloría en la vida de los pequeños y sencillos. Ahora bien. ¿Está mal ser sabio y prudente? ¿Hay algo malo en eso? ¿No se nos dijo que tenemos que buscar la sabiduría como Salomón y la prudencia como los grandes pensadores griegos y latinos?

Me gusta rezar con este texto en esta clave. Jesús no desprecia la sabiduría ni la prudencia, sino que va más allá en el sentido de que las entiende solamente desde la perspectiva de la voluntad humana. ¿Quiénes son los sabios y prudentes? Podemos decir esto: son aquellos que creen que toda su sabiduría y virtud vienen meramente de su esfuerzo personal y no como don de Dios. Son los satisfechos de sí mismos que confían más en las propias capacidades que en el poder de la acción salvadora de la gracia de Dios. Son los demasiados confiados en sí mismo y en sus propias capacidades, dones y talentos. Son en definitiva los hartos de sí y los vacíos de Dios.

Y son también dos ídolos de la cultura judía y de la greco-romana. El ideal de vida judío estaba puesto en el hombre sabio y justo, como puede ser Salomón. Entonces esta manera de entender la sabiduría no es como don de Dios sino como esfuerzo personal. Lo mismo la prudencia, que es aquella virtud cardinal por excelencia que ordena toda la vida virtuosa. Para la filosofía griega y posteriormente romana, el sentido total y pleno de la vida se alcanza en la vida prudente. Por eso es la mayor de las virtudes cardinales. Quien quiera ser lo más para los paganos, es decir, los griegos y los romanos, que se prepare par ser prudente.

En este sentido la plegaria de Jesús es una denuncia bien clarita: los que son agradables a Dios son los pequeños y los sencillos, los pobres, los comunes, los que no fueron a costosas escuelas ni viene del mundo de los teorético y especulativo sino de la fe sencilla y bien dada. El grito de Jesús es una denuncia clara a un sistema religioso que es para unos pocos iluminados y elegidos. El Padre, según nos dice Jesús, es un Padre de todos y para todos. No se privatiza ni se manipula. Y es mucho más grande que nuestras conciencias. Dios es Pueblo para que el Pueblo llegue a ser de Dios.

De este modo Jesús inaugura una manera de relacionarse con el Padre y de cultivar verdaderos valores para la vida feliz y plena: ya no el mero esfuerzo de la propia voluntad de querer alcanzar todo por la propia capacidad, sino la espera confiada y fiada, sencilla y pequeña, que sabe esperar en Dios, que se sabe pequeño, pobre, menesteroso y necesitado. Así entiende que la vida es más linda vivida desde Dios y no desde reflexiones en el aire y búsqueda de virtud por la vía del esfuerzo y el conocimiento personal. Felices los que podamos sentirnos así de amados por Dios por sabernos en definitiva personas sin vueltas, sencillos y pequeños en manos de Dios.