Miércoles 15 de Enero del 2020 – Evangelio según San Marcos 1,29-39

martes, 14 de enero de
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Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.

La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato.

El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.

Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta.

Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.

Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.

Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”.

El les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”.

Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.

 

Palabra de Dios


Padre Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

Comenzamos un nuevo tiempo litúrgico, estamos transitando la primera semana del tiempo ordinario. Un tiempo en el que se nos invita a renovar nuestra confianza y esperanza en el Señor, a encontrarlo en el día a día. Hoy compartimos Marcos 1, del 29 al 39, el relato de la curación de la suegra de Pedro. Pensemos algunas ideas para nuestra oración.

En primer lugar, cuidate de la fiebre espiritual. Si hay algo que tiene de lindo la Palabra de Dios es que la podemos aterrizar a nuestra vida concreta. Es casi una exigencia que nos hace el corazón, que esa Palabra se vuelva fecunda en nuestras vidas. Ponete a pensar en la fiebre. Si hay algo que nos tira abajo es eso. Cuando uno tiene fiebre no se siente bien, no tiene fuerzas, está caído y tampoco razona como corresponde. Bueno, es lo mismo en nuestra vida espiritual. La fiebre no nos deja acercarnos a Jesús. ¿Ya pudiste identificar qué aspecto de tu vida te aleja de Dios? Esa es tu fiebre espiritual, las veces que querés cargar con todo, cuando te olvidás de lo importante, cuando te come algún vicio, cuando sos negativo, cuando no perdonás. Menciono algunos nada más para que te des cuenta de que la fiebre espiritual es más común de lo que pensás. Ahora, la buena noticia del Evangelio de hoy es que la última palabra no la tiene la fiebre, la tiene Jesús. Ninguna dificultad tiene más poder que el Señor y Él te quiere sanar, pero lo tenés que dejar actuar. Dale, ponete en campaña, identificá tu fiebre y seguí de cerca de Jesús.

En segundo lugar, cuidá tu oración. Jesús es el camino, la verdad y la vida, por eso nos va marcando una especie de senda para estar cerca de él. Vive la acción, hace milagros, predica, sí. Pero también le dedica tiempo a la oración. Vos y yo estamos llamados a lo mismo, a buscar el equilibrio entre el servicio y la contemplación. Claro, algunos tienden al servicio concreto y andan de acá para allá; otros, más a la oración personal y pasan grandes momentos de su día así. Hoy el Señor te muestra que el verdadero discípulo se parece a Él, que vivía entre el servicio y la oración, entre la contemplación y la acción. Si falla una, falla la otra. Por eso es necesario pedirle al Señor la gracia del equilibrio. Que tu servicio se alimente de tu oración y que tu oración sea también un servicio. ¿Cómo estás viviendo estás dimensiones de tu vida espiritual? Acordate que el Señor se hacía un tiempo para todo.

Por último, que tu servicio se vuelva concreto. Ayudar, ayudar, ayudar. Que es lo mismo que decir amar, amar, amar. Amar siempre y mucho. Ese es el corazón del Evangelio y a lo que Jesús nos invita hoy. Hoy, como hace 2000 años la gente sigue buscando a Dios, necesita de Él. Muchas veces incluso sin saberlo. Vos y yo tenemos que ser conscientes de que, si conocemos un poquito, es un privilegio y una misión: compartirlo con los demás. Aliviar. Tenemos que ser otros Cristos en este mundo, debemos al menos intentar servir a esos tantos que están heridos y agobiados. Hermanos nuestros que han perdido la esperanza y que necesitan de nuestro apoyo. Empezá hoy. Pensá a quién podés darle al menos un poco de esperanza en Jesús. Hoy vos sos Cristo para tu hermano y tu hermano es Cristo para vos. ¡Anunciá!

Que tengas un buen día, y que la bendición del Buen Dios, que es Padre, el Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.