Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: “¿Ves algo?”. El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: “Veo hombres, como si fueran árboles que caminan”. Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: “Ni siquiera entres en el pueblo”.
El evangelio de hoy nos regala una escena de sanación. Jesús es motivo de esperanza por eso hacia él vienen todo tipo de personas con diferentes situaciones.
Nos dice la Palabra de hoy que “le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara”. ¡Qué hermosa la actitud de estas personas que llevaron al ciego hacia Jesús! ¡Qué fe hacia al Señor, que esperanza en su sanación y que caridad hacia el pobre hombre! Y esta es la primera idea que te propongo meditar: Gente que lleva gente a Jesús. Los cristianos descubrimos en nuestro interior una fuerza que nos moviliza y que nos hace salir de nuestra propia comodidad para ir al encuentro de aquellos que no pueden ver el camino para llegar al maestro. No nos puede ser indiferente la ceguera de nuestros hermanos, no nos puede dar igual la falta de visión con los ojos de la fe. Por eso copiemos la actitud de estos hermanos que llevaron al hombre ciego al encuentro del Señor. ¿Cómo puedo hoy en mi realidad actual, llevar a mis hermanos a la presencia de Jesús? No se trata de llevar por las fuerzas, sino de despertar en ellos el deseo del encuentro.
Por otro lado, el Evangelio nos muestra el momento exacto en el que ocurre el milagro. Nos dice que el Señor tiernamente tomó de la mano al hombre y lo llevó a las afueras del pueblo. Después puso de su saliva en los ojos enfermos y le impuso las manos. Luego le preguntó: ¿Ves algo? El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan.» Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista.
Este milagro del Señor nos muestra como la sanación es un proceso. Probablemente hayas emprendido un camino de seguimiento tras los pasos de Jesús, y todavía descubrís que en vos hay zonas que no terminan de sanar, hay muchas cegueras que no te dejan ver la presencia de Dios en cada uno de los rincones de tu vida. ¡Pero ánimo! La sanación es un proceso, es un camino que no se hace en un día. Poco a poco la vía de la gracia va sanando en nosotros todas las heridas que traemos. Recemos Juntos:
Tómame de la mano buen Jesús, como tomaste la mano del hombre ciego del Evangelio. Tómame de la mano y llévame por donde vos quieras que camine. Yo no puedo ver más allá de mi propia realidad, pero sé que vos sos el camino, la verdad y la vida. Dame la luz de la fe para ver cada día como vos lo ves. Dame la luz de la fe para verme a mí mismo como vos me ves. Dame la luz de la fe para entender que el seguimiento es un camino en el que cada día doy nuevos pasos, y en el que nunca estoy solo. Dame la luz de la fe para que ojalá algún día, pueda llevar a tantos hermanos que necesitan de tu sanación, al hermoso encuentro con vos.