Miércoles 15 de Septiembre de 2021 – Evangelio según San Juan 19,25-27

lunes, 13 de septiembre de
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Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

 

 

 

Palabra de Dios

Padre Sebastián García sacerdote de la congregación Sagrado Corazón de Betharram

 

 

 

Luego de celebrar este martes 14 la fiesta de las Exaltación de la Cruz, celebramos hoy a Nuestra Señora Madre de los Dolores. Es una memoria linda de la Virgen en la que se nos recuerdan dos cosas fundamentales del misterio de nuestra fe: que la Virgen estuvo hasta el final, a los pies de la Cruz para ver la entrega suprema de su Hijo más por amor que por cualquier otro motivo; y que una espada le atraviesa el corazón, como predijo el anciano Simeón en la circuncisión de Jesús.

Dos momentos claves también para nuestra fe. La memoria de hoy es una invitación a animarnos en la fe y la esperanza en los momentos de mayor dolor de nuestra vida, sabiendo que en ellos también podemos descubrir a Jesús. Y que por más fuerte que se sea el dolor e incluso la muerte, el Dios de Jesús no nos abandona. Esto es muy lindo de poder celebrar hoy. Porque muchas veces corremos el riesgo de caer en la tentación de pensar que somos sólo nosotros los que tenemos que estar con Jesús, en las buenas y en las malas, y serle fieles. Y nos olvidamos que si ocurres esto es porque en todo caso Jesús está con nosotros antes. La fe cristiana siempre va a ser propuesta de vida. Y la iniciativa a esta propuesta la tiene Jesús. Es Él quien nos sostiene primero en todo caso para que nosotros podamos sostener nuestra fe y no al revés.

Muchas veces corremos el riesgo de pensar que en la fe todo el esfuerzo tiene que ser nuestro a toda costa. Y la verdad es que no. Es más. Esto en realidad es un engaño y hasta…¡una herejía!

Tranquilos. Les cuento. En tiempos de San Agustín vivía también un moje llamado Pelagio y de ahí el nombre de la herejía. Pelagianismo. Lo que proponía Pelagio era no confiar tanto en la gracia salvadora de Dios cuanto en el esfuerzo de la propia voluntad. Es decir, no sólo negaba el pecado original y sus consecuencias, sino que la salvación fuera gratuita y de Dios, sino mero esfuerzo personal. Y llega hasta nuestros días: “vos tenés que ocuparte de tu salvación” que si bien puede ser una invitación a la fe, puede convertirse también en no depender de Dios. Que en definitiva eso es lo que más cuesta.

Una vez participaba de la catequesis de Confirmación en una comunidad y la catequista les decía a los pibes y pibas: “la cosa es así… Dios ya los buscó primero en el Bautismo… Ahora les toca a ustedes elegir por ustedes mismos la fe y responderle a Dios…” Bueno. Esto es pelagianismo. La iniciativa siempre, siempre, siempre, es de Dios.

Por eso es lindo confesar hoy con la Virgen María que aunque el contexto sea afrontar la más dura de las muertes, como es la muerte del Hijo en la Cruz, ese dolor es redentor y se convierte en experiencia de que Dios no abandona y nos es fiel siempre. Dios no huye, no se va, no se escapa. Dios permanece para siempre. Fija está la Cruz en un mundo que no para de dar vueltas.

Animémonos a la fe verdadera, esa fe de María, que aún atravesada de dolor no dudó que Dios hace en ella maravillas.