Miércoles 16 de Febrero de 2022 – Evangelio según san Marcos 8, 22-26

lunes, 14 de febrero de
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Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: «¿Ves algo?» El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan.» Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»

Palabra del Señor

Padre Sebastián García sacerdote de la Congregación Sagrado Corazón de Jesús de Betharram

 

 

 

Ciertamente la fe es un don de Dios. Y lo da gratuitamente. Y también es tarea para todos nosotros el hecho de no dejar morir esa fe sino de cuidarla, formarla y acrecentarla día a día.

El evangelio de hoy lo podemos interpretar de una manera simbólica que nos haga también a nosotros pensar en nuestra vida y en la fe como un proceso. La ceguera es la vida sin fe. Y es ese momento de la vida en que andábamos nosotros sin terminar de conocer a Jesús. Andábamos a tientas, buscando. Y así fue como un día nos hemos encontrado cara a cara con Aquel que puede dar sentido definitivo a nuestra vida. Aquel que tiene palabras de vida eterna.

El ciego del evangelio de hoy no se cura de repente sino que se establece un proceso. Ve hombres como si fueran árboles que caminan. Y Jesús tiene que volver a imponerle las manos. Este gesto Jesús lo repite dos veces.

Quizás nos puede hacer pensar en que la fe es proceso diario de crecimiento y confianza permanente en la gracia de Jesús; y también que no basta solo un encuentro definitivo con Jesús (primera imposición de manos) sino que necesitamos que esa presencia sea nuestro pan cotidiano en el día a día de todos los días.

Porque también nosotros podemos volver a caer en la ceguera. Podemos descuidar la fe y el vínculo personal y comunitario con Jesús. Podemos volver a caer en falsas seguridades, apegos, manías personales y bien nuestras.

Que Dios nos libre siempre de las cegueras del alma y del corazón. Que nos regale la fe. Una fe capaz de hacerse convicción cotidiana que nos impulse al amor de Dios y al amor de todos nuestros hermanos. Y que si la llegamos a perder, podamos clamar como el ciego de hoy y seguir adelante en nuestro proceso de fe, sabiendo que Jesús es el Dios que hace nuevas todas las cosas.