Miércoles 16 de octubre – Evangelio según San Lucas 11,42-46

martes, 15 de octubre de
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«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas! ¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!”. Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros». El le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»

 

 

 

Palabra de Dios


P. Matías Burgui, sacerdote de la Diócesis de Bahía Blanca.

El Evangelio de hoy, Lucas 11, del 42 al 46, nos muestra que el Señor no tiene pelos en la lengua. Un fariseo lo invita a cenar a su casa y él aprovecha para hacerles notar que la forma de vida que llevan es insostenible. Viven sin fe, viven en el cumplimiento y la apariencia. Por eso Jesús, como los profetas, denuncia que necesitan cambiar de una buena vez. Estos fariseos necesitan pasar de creerse justos a reconocerse amados y perdonados por Dios. Te dejo unos puntos que a lo mejor te pueden ayudar en tu oración con la Palabra.

En primer lugar, no vivas sin amor. Esto no es caer en una cursilería barata, es lo esencial del Evangelio porque Dios mismo es amor. No alcanza con hacer. Si no tenés amor en tu corazón, te falta lo más importante. El amor te hace equilibra para no caer en el cumplimiento por el cumplimiento mismo, pero también para cuidarte del sentimentalismo del famoso “si no lo siento no lo hago”. El amor es tu cable a tierra y tu cable a cielo, porque es encontrarte y descubrir la presencia de Dios en todo lo que te pasa y en todos los que te cruzan en tu día a día. El amor te vuelve coherente, te ayuda a que lo que pensás, decís y hacés sea una misma cosa. No te la creas, no caigas en el fariseísmo de hacer todo para que te vean. Acordate de amar y de dejarte amar por Dios. Sin el amor de Dios, la vida pierde gusto y sentido. Preguntate hoy cuál es tu motivación para dejar entrar a Jesús en tu vida.

En segundo lugar, buscá la pequeñez. El Señor dice “¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!”. Estos fariseos querían mostrarse como buenos y ser reconocidos por todos, todo lo hacen para que los vean. Y nosotros a lo mejor podemos caer en esto también. ¿A quién de nosotros no nos gusta en el fondo que nos reconozcan? Pero el camino que nos propone Jesús pasa por otro lado. Jesús dice “¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!”. Al Señor le molesta el orgullo. Acordate que Dios te ama como sos y recibe tu vida como viene. Así que no vivas con caretas. Pensá cuánto podés ganar y cuánta presión te podés sacar de encima si tan solo te animás a mostrarte como sos, con debilidad, con errores, sí; pero en camino de santidad. Animate a mostrar que acá estás, confiando en la gracia y en el amor de Dios y no rompas la única regla del juego: anímate a ser vos mismo. Arrojate a la misericordia de Dios, tenete misericordia y vivila con los demás.

Por último, no impongas. Acordate que la fe no se impone, se propone. Y que lo que va a convencer a tu hermano de acercarse a Dios no va a ser un discurso, va a ser el Evangelio que vos vivas. Si vivís la misericordia, te vas a dar cuenta que ser autoritario nunca puede ser la solución. Dejá de imponer, dejá de exigir injustamente. No juzgues, no critiques. Que tu centro sea el servicio por amor a los demás y no la exigencia. Reconocé lo bueno que hay en las personas que Dios te regala y animate a amar como Dios te ama.

Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.