Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
En este miércoles de Ceniza, en que empezamos la Cuaresma, el evangelio nos regala de boca de Jesús, tres prácticas ejemplares para poder vivir este tiempo privilegiado: limosna, oración y ayuno. Se establece así el modo de poder vivir el espíritu de estos días.
Sin embargo me parece muy interesante poder recalcar no solamente las tres prácticas cuaresmales, sino también el espíritu con el que nos pide Jesús que podamos vivirlas. Creo que mucho tenemos que madurar en torno al ayuno, oración y limosna; pero me parece más aún el poder profundizar en el sentido por el cual hacemos lo que hacemos.
Muchas veces pensamos en la Cuaresma como un tiempo triste. Y que justo viene así: después de las vacaciones, después de dos días de carnaval, tenemos que cortar con todo eso, acordarnos de Dios y encima hacer penitencia. Es como decir: “Bueno… se acabó la fiesta señores… Vamos. Vamos. Todos adentro”. Éramos tan felices y de repente, ¡zas..! penitencia, oración, limosna, ayuno… Vivir este tiempo de esta manera es tan hipócrita como los que lo hacían en tiempos de Jesús. Vivir así la Cuaresma es más de fariseos que de cristianos.
Por eso creo que la diferencia está en torno a la motivación por la cual queremos de veras hacer lo que hacemos. Hacer por hacer tiene el mismo valor de hacer las cosas por obligación. Pero sabemos que desde la Encarnación de Jesús y su prédica de libertad, la obligación no tiene cabida. El espíritu tiene que ser otro. Porque habrá tanta hipocresía en hacer las cosas relativas a la Cuaresma por obligación y sin convencimiento, que la misma hipocresía de la cual nos quiere prevenir Jesús en el evangelio de hoy.
En este sentido, hagamos lo que hagamos y practiquemos lo que practiquemos en esta Cuaresma, que todo sea para ser vistos en lo secreto por el Padre, es decir que aumente nuestra intimidad con Dios, y que además nos ayude a meternos de lleno en hacernos las preguntas existenciales relativas a nuestro modo de vivir nuestra fe en Jesús. Si yo vacío de contenido no sólo las practicas de Cuaresma, sino toda práctica cristiana, carecen absolutamente de sentido y no valen la pena de ser vividas.
Vamos llegando a un tiempo en el cual, como decía el P. Rahner: “el cristiano del s XXI será místico o no será cristiano”. Por tanto, ya no caben prácticas de memoria, por tradición u obligadas. Ya no caben prácticas porque sí. Ya no caben prácticas “por las dudas”. Es más, si sentís que lo que vas a hacer es por pura obligación, no lo hagas. Porque el amor no obliga. El amor y más el de Jesús, libera.
Cuaresma y sus prácticas entonces van a ser un camino de libertad, con prácticas significativas y hondas porque responden a un tiempo para “poner el corazón en remojo” y revisar a fondo nuestra vida, nuestro discipulado de Jesús, nuestra fidelidad al proyecto humanizador del Reino. Sin hipocresía. Pero también sin forzar la fe por tradiciones y costumbres vacías. Entonces sí Cuaresma será Cuaresma no porque “tenemos que ponernos tristes” sino como hermoso tiempo de revisión espiritual que nos lleve a estar bien preparados para vivir algo mucho, pero mucho más grande: la Pascua.
Muy feliz inicio de Cuaresma, que Dios te bendiga y la Virgencita te proteja.
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