Jesús dijo a sus discípulos: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Semana rara si las hay, tiempo difícil, tiempo de cuarentena y de precaución, tiempo de quedarse en casa y parar un poco. Tiempo de cuaresma, tiempo para acercarnos más al Señor. Ponete a pensar en esto que nos toca vivir como país, como comunidad, como familia grande de los hijos de Dios. Si hay algo que tenemos en claro es que el Padre que está en el cielo nos acompaña y sostiene siempre. Por eso queremos escuchar su Palabra, por eso queremos que el Espíritu Santo nos regale capacidad de asombro para dejarnos sorprender por Él. Hoy vos y yo estamos llamados a vivir la santidad en lo cotidiano.
En el evangelio de hoy, Mateo 5, del 17 al 19, la Palabra nos muestra a Jesús, que es muy claro: él no vino abolir nada, sino a dar cumplimiento. Fijate qué interesante esta palabra y qué bien nos puede hacer. A veces vemos al “cumplimiento” como algo negativo pero, desde la perspectiva de Jesús todo cambia: cumplimiento es llevar a la plenitud. Se me ocurre que también nosotros, en este tiempo de coronavirus, de paciencia y de espera, Dios nos orienta. Meditemos algunas ideas:
En primer lugar, sé feliz con lo que te toca. No es un simplismo, no es resignación, es mirar más allá, es vencer la incomodidad que nos trae el no saber qué va a venir, es combatir la ansiedad. Fijate cómo el mismo Jesús te promete plenitud. Podríamos pensar un poco sobre nuestra vida y el cumplimiento. Quizás hoy, no entendemos mucho de por qué estamos pasando lo que nos toca, pero eso no significa que Dios no esté, que se haya borrado, que no te sostenga. Traducido: incluso en medio de las dificultades, Dios quiere manifestarte su gloria. Cuántas veces caemos en la frustración y nos tiramos abajo; cuántas veces pensamos que ya no podemos y empezamos a patear las cosas, cuántas veces perdemos las motivaciones y vamos dejando que el sentido de nuestra vida se desdibuje. Bueno, quizás hoy tengas que descubrir que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, que a lo mejor no se trate tanto de creer en Dios, sino más bien de creerle a Aquel que nos promete que todo terminará bien. No te cargues responsabilidades vos solo, vos sola. Hoy el Señor te quiere ayudar a caminar con una mirada distinta. Levantá la mirada, no te quedes preocupado solamente por lo de acá. Lo que hoy no ves claro, Dios te lo va a iluminar cuando la situación oportuna. Pedile al Señor que te ayude a dar pasos de fe y a confiar en Él. Acordate, el centro no sos vos, es Él. Jesús quiere llevarte a la plenitud, ¿lo vas a dejar?
En segundo lugar, buscar la docilidad. Docilidad es la gracia de aprender a aprender, de saber que no la sabemos toda, de tener apertura a que nos enseñen. Pasa en lo pequeño, como aprender a estornudar, pasa en lo grande, como escuchar la voz del Señor en el día a día. Creo que el Señor en el evangelio nos invita a cumplir los mandamientos pero también a ser instrumentos de su amor en la vida de los demás, en lo que nos toca, en lo del día a día. Animate a preguntarle al otro cómo te ve y no tengas miedo, animate a escuchar, animate a dar gracias por el que tenés al lado, anímate a ser solidario. A no ser que seas un súper héroe autosuficiente y excepcionalmente bueno en todo lo que hacés, tomate un minuto para pensar y definir en qué querés y podés crecer como persona y dejá que Dios te acompañe en este proceso. Que el Señor nos regale la gracia de la paciencia.
Por último, sé coherente. Todo un desafío el que nos propone la Palabra. Dice el Señor que el que cumpla y enseñe hasta el más pequeño de los mandamientos, será considerado grande en el Reino de los Cielos. Esto es la coherencia. No pararse en un pedestal queriendo imponer, sino pedir al Señor la gracia, el don de la unidad entre lo que pienso, siento, digo y hago. Acordate que las palabras convencen, pero lo que arrastra es el testimonio, el encuentro con una persona viva y verdadera, que es Jesús. ¿Cómo está tu relación con el Señor? ¿Hablás con Él? ¿Hablás de Él con tus palabras y acciones? Enseñá a buscar, no quieras dar respuestas. Que al que le toca compartir con vos este tiempo te vea y sienta que hay un Dios que lo ama y llama. Acompañá los procesos del otro. Encontrate con Jesús para tener sentido en tu vida y compartí ese sentido con tus hermanos para llegar a la Plenitud que solamente Dios les puede dar y nos puede dar.
Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.
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