Miércoles 22 de Enero del 2020 – Evangelio según San Marcos 3,1-6

martes, 21 de enero de
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Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.

Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”.

Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Pero ellos callaron.

Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”. El la extendió y su mano quedó curada.

Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

 

Palabra de Dios


Padre Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Seguimos compartiendo la Palabra de Dios. Y este compartir sabemos que es fecundo en la medida en que intentamos, con la ayuda del Espíritu Santo, hacer carne en nuestra vida lo que Dios nos susurra. En el Evangelio de hoy, vemos el relato de la curación de un hombre que tenía la mano paralizada. Meditemos algunas ideas:

En primer lugar, Dios te presta atención. No sé si alguna vez te habrá pasado, imagino que sí, tener esa sensación de que no somos importantes. A veces es un pensamiento fugaz, a veces algo más permanente. Un espejismo, pero que se siente real. Y aparecen esas frases que se repiten dentro nuestro y tanto mal nos hacen: “nadie me quiere”, “todo me sale mal”, “estoy solo”, “soy un fracasado”, “a nadie le intereso”. Tarde o temprano, en mayor o en menor medida, esas frases alguna vez golpean a las puertas del corazón. El gran problema es que muchas veces las creemos. Fijate en este hombre que tenía la mano paralizada. Las parálisis también pueden ser espirituales, ¿no? Nos quedamos paralizados. La buena noticia es que si hoy te sentís un poco así, hoy el Señor te muestra que con Él la cosa viene diferente: a Dios le importás, Él se fija en vos, Él te mirá primero, te elije, te llama, te envía, te ama. Dios se fija en tus necesidades y sale a tu ayuda. Por eso, ¿quién mejor que Él para sostenerte? Capaz que hoy vos y yo también tengamos alguna parálisis, ¿no? A lo mejor hasta te sentís como una molestia para los demás, y claro, viene el sufrimiento. Pero el Señor mira distinto, ve tu necesidad, pero no para tenerte lástima – porque Dios nunca tiene lástima – sino que se compadeció de nosotros. Así como vio la necesidad de este hombre, nos ayuda con las nuestras. Tal vez Dios te está pidiendo que tengas su mirada, con vos y con los demás. Empezá a mirar diferente.

En segundo lugar, Dios no te condena. El relato de hoy nos invita a detenernos también en la mirada de los fariseos. Estas personas no veían al hombre, sino un instrumento, una excusa para poder condenar a Jesús. Estaban buscando un pretexto para tenderle una trampa al Señor. Es esa mirada egoísta de la que nos tenemos que escapar. Hay que huir de esa mirada utilitaria, de esa mirada que condena, de esa mirada que solamente mira al otro para usarlo y ya. Qué triste encontrarnos con personas así, con personas negativas que solamente observan la vida para juzgar. Qué buena oportunidad para pedirle al Señor que nos empiece a sanar si alguien nos miró y nos utilizó en nuestra vida, qué buena oportunidad para implorarle a Señor que nos cambie la mirada y nos transforme el corazón.
Fijate cómo las miradas lo pueden cambiar todo. Dejate mirar por el amor de Dios.

Que tengas un buen día, y que la bendición del Dios, que es Padre, el Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.