Miércoles 23 de Diciembre del 2020 – Evangelio según San Lucas 1,57-66

martes, 22 de diciembre de
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Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.

Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.

A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;
pero la madre dijo: “No, debe llamarse Juan”.

Ellos le decían: “No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre”.

Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran.

Este pidió una pizarra y escribió: “Su nombre es Juan”. Todos quedaron admirados.

Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.

Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea.

Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con él.

 

Palabra de Dios

Padre Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Estamos casi en las puertas de la Nochebuena, cerca de celebrar la Navidad. Todo el mundo se revoluciona, todos están con espíritu diferente. Y claro, es una oportunidad que tenemos para contemplar a Dios que interviene en la historia, que interviene en nuestras vidas y ver cómo Él siempre cumple sus promesas. En el evangelio de hoy compartimos el relato del nacimiento de san Juan Bautista y este milagro por el que Zacarías recobra su capacidad de hablar, Lucas 1, del 57 al 66. Meditemos algunas ideas para nuestra oración de hoy.

En primer lugar, hacer memoria. Zacarías es un nombre hebreo que significa “aquel que es la memoria de Dios” o “aquel que de Dios se acuerda”. Sin embargo parece que a este Zacarías le falla la memoria en el templo, cuando el ángel se aparece y le hace este anuncio y el cuestiona. Se acuerda más de lo que le falta que de lo que tiene y esto lo lleva a la incredulidad: ¿qué garantía me das de que esto se va a cumplir?, le dice Zacarías al ángel. Parece que él se olvida de todos los gestos de amor que Dios tuvo con el pueblo de Israel y seguramente también en su vida. Y claro, esa falta de memoria, no solamente de recuerdo sino de pasar por el corazón, provoca la incredulidad de Zacarías. Eso lo lleva a la falta de esperanza. Zacarías ya no esperaba nada de Dios, aunque lo seguía sirviendo en el templo, él ya no esperaba. Bueno, yo creo que la Navidad nos invita a renovar nuestra esperanza en el Señor, a no tener falta de memoria o “amnesia espiritual”. La navidad nos ayuda a recuperar la memoria, a darnos cuenta de que Dios nunca nos abandona. Lo que le pasó a Zacarías tranquilamente te puede pasar a vos, me puede pasar a mí. Podemos entrar mil veces en el templo, pero sin esperar ya nada de Dios. Sin embargo, el Señor, a pesar de nuestra incredulidad, nos sigue amando, nos sigue acariciando en ese bebé que llega, se hace presente para mostrarnos su inmenso amor. Ya lo sabés, pero hay que recordarlo. Por eso, preguntate hoy: ¿qué esperás de Dios? Acordate que estás llamado también a devolverle la memoria a esos que tenés al lado.

En segundo lugar, tener paciencia. La Palabra dice esta frase: “cuando llegó el tiempo”. Todo tiene su tiempo. A Isabel le llegó su momento, lo mismo a Zacarías, a vos, a mí. Tarde o temprano las cosas llegan, el problema es que somos ansiosos y queremos todo para ayer. Por eso te recuerdo que todo tiene su tiempo, no vivas mirando solamente al futuro, no mires el pasado nada más, disfrutá tu hoy. Acordate que la ansiedad es la insatisfacción con el tiempo presente, Dios te da lo que necesitás cuando lo necesitás. ¿Sabés cómo se llama eso? Providencia. No quieras tener todo controlado, confiá en que Dios te sostiene. Ya va a llegar. Si es de Dios y es bueno lo que ahelás, va a llegar. Poné todo en las manos de Dios. Dice el evangelio que todos quedaron admirados. No pierdas la capacidad de asombro, de espera, de sorprenderte por el obrar de Dios en tu vida y en la de los demás.

Por último, alégrate por el otro. Fijate que, en este tiempo donde muchas veces reina el individualismo, la falta de solidaridad, en el que nos quejamos de todo y miramos el vaso medio vacío, el evangelio nos propone una buena noticia: alegrarnos por el que tenemos al lado y no vivir (o morir) en la envidia. No es algo abstracto. Cuántas veces el que tenemos al lado viene a contarnos algo y nosotros, sin levantar la mirada, muchas veces lo aniquilamos con nuestros comentarios ácidos, negativos, irónicos, menospreciamos. Bueno, el evangelio dice bien claro que todos se alegraban por Isabel. Es así, el que te quiere de verdad y en Jesús, siempre se va alegrar por vos, no hay otra. A veces hasta más que vos mismo. Este tiempo de navidad que estamos por comenzar nos tiene que ayudar a alegrarnos por las alegrías del otro. Que quede atrás la competencia, la envidia, la rivalidad. No puede habitar entre nosotros eso, tenemos que purificar la mirada y el corazón. Te dejo otra pregunta: ¿cómo controlás eso en tu corazón? Pedile al Señor que entre en tu vida y te regale otra mirada.

Que tengas un buen día y que la bendición del buen Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.